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Por estos días se ha hablado en todos los medios de la llegada de un nuevo Emperador a Japón. Más allá de lo anecdótico y de lo extravagante para algunos, lo cierto es que tiene una enorme significación cultural y política para sus habitantes. Significación, al ser reconocido y seguido como el gran orientador de propósitos superiores y de cohesión social, determinantes de las grandes rutas, internas y externas que orientan el gobierno del país. Las palabras Heisei (logro de la paz) y Reiwa (bella armonía), provenientes de la mejor poética del país, expresan esa significación orientadora. ¡Cómo emociona esa capacidad de nombrar claramente una visión trasformadora¡
La primera, como el gran propósito, después de la segunda guerra, que trazó el emperador saliente; la segunda, del entrante, buscando que se reconozca y se respete el Japón como una gran potencia no bélica. Es que los extremismos, tan frecuentes hoy, suelen darle más importancia a los pugnaces cuando de geopolítica se trata.
¡Qué envidia, de la buena, genera la cultura política de ese admirado país! Y tan cercanos a nuestras necesidades, el Heisei y la Reiwa (al menos entre nosotros). ¿No decimos en todos los escenarios que la paz es un anhelo generalizado? ¿Y que, además, no podemos seguir en los extremismos que vivimos? No conozco en los últimos días a alguien que haya podido trasmitir un sentimiento positivo de que nuestro Congreso sí lo está haciendo bien en estos frentes. Debería ser el escenario natural del diálogo alrededor del interés más general. Pero hay una sobreideologización de los debates y en consecuencia una ausencia de conversación concurrente sobre los temas que más nos impiden ser un país que sí construye la paz y la convivencia. Y que por supuesto, como toda construcción social, rutas no exentas de riesgos y dificultades, que solo se pueden resolver participativamente si se trazan.
Contrasta ese país formal, sobredimensionado además por los medios, con muchos pero muchos escenarios donde a través del diálogo social se está creando confianza, trasformando equivocadas percepciones entre colombianos, estableciendo objetivos comunes para trabajar por un mejor país y actuando colectivamente para lograrlos. Así lo hemos podido comprobar en las Cumbres Sociales - este semestre( dos)- que han liderado la Procuraduría General de la Nación y la Organización de Estados Iberoamericanos y a la cual se han sumado funcionarios, universidades, empresarios, sindicatos, líderes comunitarios, reinsertados, intelectuales, medios, entre otros. Y que esperamos continúen el próximo semestre con tres cumbres más.
Como ilustración de la significación de este movimiento por el diálogo social y que no se trata de un mero ejercicio de buenas intenciones, baste decir que en la pasada Cumbre en Medellín, se presentaron tres experiencias nacionales y tres regionales, que muestran la significación trasformadora de promover el encuentro sincero para evitar conflictos y crear desarrollo inclusivo. Experiencias del sector minero nacional, de la búsqueda de la paz política en el Cesar; de acuerdos entre indígenas y empresarios en el Valle del Cauca; de consensos por la actividad bananera en Urabá; de la defensa empresarial y sindical de la compañía de Empaques; de los acuerdos cívicos de la comuna 13 en Medellín. Experiencias que nos reafirmaron la gran esperanza en el diálogo sincero. Acuerdos por el trabajo honrado y por la paz. Muy cercanos a Heisei y a Reiwa.
* Presidente Ejecutivo Proantioquia.
