Por David González Escobar
Universidad Eafit
Ing. Matemática y Economía, semestre 5
davidgonzalezescobar@gmail.com
Cada paro taxista deja episodios bochornosos que despiertan temporalmente la disputa entre “ubers” y taxis, una novela llena de anécdotas y casos particulares que parece jamás terminar. Se invita, por un momento, a dejar de lado los pormenores de esta discusión para analizar, simplificadamente, una falla estructural que enfrentan estos dos modelos de transporte.
Uno de los principales reclamos de los taxistas es el tema de los “cupos”: ellos necesitan de una costosa licencia para poder operar, mientras Uber y otras plataformas tecnológicas, no.
Estos “cupos” -que restringen el número de taxis que puede haber en una ciudad- son un modelo importado. La Gran Depresión llevó a que, en 1937, hubiese una sobreoferta de conductores de taxis en Nueva York, llevando a precios muy bajos que no lograban satisfacer las necesidades de sus conductores.
Por esto, el gobierno neoyorquino firmó el Haas Act, que restringía el número de licencias disponibles para taxis a un número que les permitiera funcionar rentablemente; en detrimento del pasajero, que debe pagar precios más altos por un servicio muchas veces ineficiente ante la falta de competencia.
La introducción de plataformas como Uber y Cabify, que no necesitan ningún tipo de licencia o “cupo” para funcionar, ha inclinado la balanza nuevamente hacia el lado del consumidor: la alta competencia trae consigo un mejor servicio a precios más bajos. Ideal, ¿no?
Pues no completamente. La resurrección de la competencia en este mercado nos está llevando nuevamente a una situación de competencia similar a la de Nueva York en 1937, donde Uber y otras plataformas no han podido demostrar que son rentables a largo plazo.
Uber reporta anualmente millonarias pérdidas, siendo uno de sus mayores gastos subsidiar a sus conductores para que sus carreras sean competitivas en los mercados a los que entran. Su modelo de negocio no ha logrado ni ser escalable ni diferenciarse de servicios similares, por lo que se ve obligado a prestar sus servicios a márgenes que no incentivan ni lealtad ni permanencia en sus conductores.
Uber cree tener la solución a sus problemas: una red global de transporte con vehículos autónomos, tecnología en la que realizan millonarias inversiones.
Sin embargo, mientas no logren este objetivo, queda en el aire la pregunta: ¿podrán Uber y plataformas similares ser rentables sin un monopolio como el que los “cupos” les otorgaba a los taxis?.
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