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Amalia Londoño Duque
Columnista

Amalia Londoño Duque

Publicado

Niños que prefieran vivir

Por Amalia Londoño Duque - amalulduque@gmail.com

Hace unas semanas escribí un trino que decía: “Uno de los compañeritos del colegio del hijo de Gladis se suicidó ayer. Tenía 14 años. Dejó una carta en la que decía: ‘yo no te pedí mamá que me trajeras a este mundo’”.

Me sorprendió no solo la rapidez con la que se replicó, sino la cantidad de mensajes que me llegaron como respuesta en los que me contaban historias similares: “Mi hijo tenía 13 cuando se suicidó”, escribió alguien.

No había pasado una semana después de eso y leí en Caracol Radio que Unicef le habría revelado a este medio que el año pasado 30 menores indígenas se habían suicidado en Chocó y 40 habrían estado a punto de hacerlo por miedo al reclutamiento.

Contextos distintos, pero una coincidencia aterradora y escandalosa: niños que prefieren morir.

Al comienzo de este año Medicina Legal dijo que entre enero y octubre de 2021 hubo 2.122 suicidios en Colombia. De ellos, 227 fueron de niños, niñas y adolescentes entre los 5 y los 17 años. Durante el 2021 el Icbf adelantó un programa llamado Hablar lo cura, que acompañó en terapia y en proceso psicosocial a jóvenes de todo el país. 3.500 jóvenes, construcción de redes de apoyo y movilizaciones fueron parte de ese proceso.

Sin embargo, en las administraciones locales los programas se quedan cortos para responder al creciente problema de salud mental que estamos viviendo en el mundo, no solo después de la pandemia, sino como reacción al incremento del bullying y al desafortunado señalamiento a niños que desde pequeños muestran su inclinación sexual, cualquier otra elección o apariencia física contramayoritaria.

Lo que más me sorprende es lo poco que hablamos del tema. Uno que otro anuncio generalizando la situación aparece por ahí de vez en cuando, pero ni las cifras nos han hecho alzar la voz para exigir que se priorice el tema desde las entidades públicas y privadas que podrían acompañar con terapias a los niños.

Comfama dedicó muchos de sus contenidos hace unos meses a la salud mental, incluso en medio de la pandemia habilitó un servicio público llamado la Red de amor, cuidado y salud mental, que aun sigue operando y está disponible para cualquiera que lo requiera.

Sin embargo, los colegios y las universidades aún no hacen visibles las acciones que deberían estar adelantando para prevenir el suicidio y para proteger a quienes padecen una enfermedad mental.

La cantidad de información también nos ha traído una suerte de apatía. Las cosas que pasan no aparecen en el algoritmo o no capturan nuestra atención. Lo que duele pasa, como pasamos de post a post, sin emoción, sin entender, sin compasión, pretendiendo que no vimos nada.

Creo que una manera de aportar es mencionar el tema desde el espacio que me abre esta columna. Recordar la realidad del suicidio infantil y juvenil y ponerlo en la agenda hasta solucionarlo. No son cifras, son hijos a los que aún sus padres lloran 

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