Por María Clara Ospina H.
Preadolescentes son considerados por unos pocos “intelectuales”, bien conocidos, como objetos de placer, al que de una u otra manera tienen derecho, aunque las leyes en contra sean contundentes.
A pesar de que múltiples leyes, en diferentes lugares del mundo condenan la pederastia, o sea, la búsqueda y utilización de menores para obtener satisfacción sexual, en muchos casos la sociedad parece actuar como sorda, ciega y muda en lo referente a los crímenes sexuales cometidos contra niños y niñas por parte de intelectuales.
Peor aún, muchas veces los alcahuetes de dichos crímenes son los medios, amigos de artistas e intelectuales, quienes excusan a algunos de sus colegas por considerarlos como exponentes de un estilo especial y “liberador” en literatura u otro tipo de arte, lo que amerita que se les pasen por alto sus sucios “pecadillos”, inclusive que se les aplaudan.
Ese es el caso de Roman Polansky, a quien tantos excesos sexuales con menores se le han perdonado en Europa, por ser un director excepcional de cine, a pesar de haber sido expulsado de la Academia de los Oscar en Estados Unidos.
En Francia, donde tener sexo con menores de 15 años es ilegal, la publicación del libro Le Consentement (El Consentimiento), por Vanessa Springora, que relata las duras consecuencias de sus relaciones con el escritor Gabriel Matzneff, cuando ella tenía solo 13 años, ha causado revuelo.
Matzneff ha hecho de sus más de 40 novelas y cientos de ensayos, una plataforma para describir y defender sus relaciones con niños y niñas, como él mismo dice. Incluso, en una entrevista en 1977 afirmó: “los dos seres más sensuales que he conocido en mi vida son un niño de doce años y una niña de quince”. Ganador de múltiples premios literarios, ha sido por décadas aceptado por la sociedad francesa que ha ignorado sus crímenes como pederasta por su estatus de intelectual.
Pero estos son otros tiempos. La fiscalía de París acaba de abrir investigación contra él, y la prestigiosa editorial Gallimard ha suspendido la producción y comercialización de sus obras, algo que jamás había ocurrido con ningún escritor en sus 140 años de historia.
Hoy en el mundo ha despertado el repudio a escritores y artistas que tranquilamente se han ufanado de su pederastia por décadas, siendo apoyados y aun admirados por intelectuales como Sartre, Foucault y medios como Le Monde y Le Fígaro, bajo el concepto que: “en el arte todo es permitido”. Ese era el caso de lo que ocurría en Francia con Matzneff.
Los actos de un “depredador sexual” contra niñas y niños, ya sean llevados a cabo por un sacerdote, médico, amigo, pariente, el propio padre, o un intelectual, son igual de brutales y causan el mismo daño en las victimas. Por lo tanto, deben ser castigados y repudiados de igual manera