Lloro por Colombia. Un territorio completamente dividido y polarizado. Una corrupción que no cesa y un vandalismo que se apodera.
Somos un pueblo sin voz, un pueblo que no es capaz de salir a marchar en paz, que se mueve en masa, pero en una ignorante y polarizada. Nuestros intentos de ser escuchados fracasan siempre por culpa de las influencias políticas que se esconden debajo de las máscaras de los vándalos y de los gobernantes. Somos un pueblo que pone en último lugar la vida, unos gobernantes que aprovechan su posición para lucrarse y empobrecer a sus habitantes. Un país que es víctima y victimario de su situación. Un país sin esperanza.
Aplaudimos a nuestros héroes por su gran labor en las clínicas mientras estamos aglomerados y exponiendo nuestras vidas y las de ellos. No busquemos culpables porque para encontrarlos solo basta con que cada uno se mire al espejo. Somos una consecuencia de las acciones que día a día tomamos como ciudadanos, porque nos interesa más ser astutos para incumplir las reglas que ponerlo al servicio de nuestro país. Porque, al fin y al cabo, eso para qué sirve si todos soñamos con irnos a vivir a otro lugar