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no es nuestra culpa

$Creditonota

Por Luisa Fernanda Orozco V.

Universidad de Antioquia
Comunicación - Periodismo, semestre 5
luisa.orozcov@udea.edu.co

Del “ni feminismo ni machismo”, creo, era yo defensora.

Fue a partir del segundo semestre universitario cuando comencé a descubrir al feminismo de una manera más seria, académica, diferente a como lo había concebido cuando tenía catorce años. En todo caso, si ahora me recordaran semejante convicción, me reiría, sí, y afirmaría sin vergüenza que la lucidez tarda en añejar en la mente de quien, inocente como yo para aquel entonces, pregonaba tibieza sin comprender palabra.

Sí puedo decir que, desde aquello, varias cosas han sucedido. Si bien las sociedades se han desdibujado ante mis ojos para devolver una cara patriarcal de múltiples matices, la esperanza también ha ganado terreno por el hecho de sabernos, algunas mujeres, como aliadas y no enemigas de causa natural; ello sin desconocer nuestras fallas de por sí, ni más faltaba.

Para esa definición existe un término –sororidad le llaman-, y uno de sus tantos ejemplos es la estrofa “Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía” que entona el performance chileno “Un violador en tu camino”. A través de sus letras las mujeres nos liberamos –y conjugo en plural con plena conciencia- de la culpa que destinamos a las ocasiones en que fuimos vulnerables.

A la sororidad tuve que recurrir cuando, por los lares del mismo semestre de descubrimiento feminista, una de mis compañeras tuvo un destello de sinceridad en mitad del almuerzo. A ese destello se le unieron otros, muchos, por parte de mis otras amigas, y mientras todas ellas escuchaban y asentían, yo me concebí muda, ajena, otra, e incluso contraria, porque las situaciones de acoso, abuso y sus derivados a las que había sido expuesta eran menores –piropos, comentarios, actitudes- que, siendo no menos importantes, sí eran sumamente diferentes.

A partir de aquello concluí que casi todas las mujeres que conozco han sido, en algún punto de sus vidas, maltratadas psicológica, económica o sexualmente por un hombre o varios de ellos. ¿Abuela, madre, hermana o amiga? Sí. ¿Una mirada, comentario, o gesto que busquen evocar una reacción animal, violenta? También. He ahí la importancia de aquella rima que se vuelve canción y, con el tiempo, símbolo para que compañeras, amigas, conocidas y desconocidas puedan quitarle su nombre propio a la culpa y ponérselo, en su lugar, al responsable de la agresión.

*Taller de Opinión es un proyecto de
El Colombiano, EAFIT, U. de A. y UPB que busca abrir un espacio para la opinión
joven. Las ideas expresadas por los columnistas del Taller de Opinión son libres y de ellas son responsables sus autores. No comprometen el pensamiento editorial de El Colombiano, ni las universidades
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