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Rafael Pardo Rueda
Columnista

Rafael Pardo Rueda

Publicado

No es suficiente con el discurso

Difícilmente se podrá hacer la reforma de convención contra las drogas. Pero no es imposible.

Cambiar el paradigma contra las drogas no es tan sencillo. Sus antecedentes se encuentran en la convención contra el opio celebrada en Shanghái en 1909. Asistieron 13 países. Se volvieron a reunir en La Haya, en 1912, donde se suscribió el primer tratado o convención sobre drogas. En 1919, ese tratado fue acogido por parte de la recién creada Sociedad de las Naciones y quedó como el conjunto de tratados de la organización internacional. En 1925 se aprobó una nueva convención añadiendo dos sustancias: la cocaína y el cannabis. Instaban a las legislaciones nacionales a penalizar y a tipificar los delitos internacionales que están en las convenciones.

Al crearse la Organización de las Naciones Unidas, las convenciones sobre drogas se trasladaron al Consejo Económico y social. Después, la Convención Única sobre Estupefacientes, de 1961, creó la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes.

En 1988, en Viena se celebró otra reunión, una Convención contra el Tráfico de Estupefacientes y Sustancias Sicotrópicas, ya no instando a las naciones a penalizar, sino otorgando estímulos a los países que establecieran sanciones. De esas épocas data la ley 30 del 88, donde se establecen las sanciones nacionales. Ese mismo año se celebró en Naciones Unidas una Asamblea Especial que penalizó el lavado de activos.

Más recientemente, en 2016, una nueva Asamblea Especial (Ungass) empezó por dar pasos en la dirección correcta: se consideraron los usos médicos de distintas drogas: entre ellas, la posibilidad de la marihuana medicinal.

Pero, hasta ahora, pocos avances, exceptuando los de algunos países que veremos más adelante.

Estoy de acuerdo con que hay que abolir la prohibición y entrar en la senda de la regulación. Pero la pregunta es cómo. La convención fue firmada por 189 países. Con el voto en contra de 63 países es negada cualquier reforma o modificación. Hay que pensar seriamente en qué es lo que Colombia va a proponerle al mundo.

Respecto a legalización de cannabis, hay algunas experiencias valiosas: El primer país que “reguló” la marihuana fue Holanda, hace más de 40 años, con su esquema de coffee shops que permiten el consumo privado —dosis personal— de cannabis. Sin embargo, en muchos casos no se puede hablar en sentido estricto de una legalización y ni siquiera de una despenalización. Se trata, más bien, de una política donde se tolera el consumo, esto significa que no se persigue criminalmente porque se considera que no hace mayor daño a la sociedad (Francisco Thoumi, Elementos y criterios para la formulacion y evaluacion de las políticas de drogas en Colombia).

En América, de norte a sur. En Canadá y en algunos estados de Estados Unidos (37 de ellos han permitido el uso médico y 16 el consumo para fines recreativos). En México y Colombia está despenalizada la llamada dosis personal, aunque recientemente se penalizó, y se permite cultivar hasta 20 plantas de marihuana) y Uruguay.

En Europa han seguido los pasos Holanda, Georgia y Malta.

Es así como en los últimos 40 años varios países han permitido el uso adulto de la marihuana para efectos recreativos. La mayoría, motivada por decisiones de carácter judicial y no legislativo.

La cocaína es mucho más difícil de regular o legalizar o dejar de perseguir a los consumidores (tal como hicieron en Holanda con la marihuana); son salidas, por ahora, poco menos que realistas.

Hay que recordar al hermano país de Bolivia, que cambió su Constitución en 2009 reconociendo el uso tradicional (ancestral, se dice ahora) de masticar la hoja de coca y se enfrentó con las convenciones antidrogas. Finalmente, le tomó cuatro años resolver ese problema. Se retiró y después se adhirió con una reserva.

Difíciles noticias. Hay que examinar cuidadosamente las convenciones antidrogas. Colombia produce y exporta a los Estados Unidos y al mundo entero. Salirse de las convenciones no es una vía posible, por lo cual el gobierno deberá diseñar muy cuidadosamente la propuesta para cambiar el modelo. No es suficiente con el discurso 

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