Que se tengan fino los hombres que se han pasado la vida acosando a las mujeres y ellos, “ignorantes”, ni cuenta se habían dado. Algunos, se creen coquetos; otros, se las dan de machotes frente a sus amigos. No se percatan que, por años, ese no domesticadon que los domina ha hecho sentir incómodas a las mujeres. Fui de la generación callada, silenciada por el miedo, aguantando cuantas estupideces dicen en las conversaciones cotidianas que, de la nada, salen con comentarios sexistas, salidos de tono, chistes verdes. ¿Ni cuenta se dan? La generación de hoy ya no aguanta tanta bajeza y están poniendo el grito en el cielo. Llegó la hora del respeto. Entiendan que tienen que poner bajo control “el burro machista que llevan dentro” (palabras de Héctor Abad Faciolince).
A alguno le oí decir que “ya ni se sabe cómo tratar o hablar con una mujer, después lo acusan a uno de quién sabe qué”. Es cierto: muchos no saben cómo tratar a las mujeres. Dominados por “el burro machista que llevan dentro” hacen comentarios, acercamientos y miradas morbosas y cargadas de “ganas”, sin dimensionar lo chocante, enojoso y aborrecible que eso es para una mujer. Piden las pruebas del acoso para el debido proceso... ¿y cómo carajos se obtienen las pruebas de una mirada morbosa, un tocamiento inesperado, un chiste verde, un “piropo” obsceno, un comentario desobligante, una insistencia fastidiosa? Todo porque hay que guardar la “buena reputación” de alguien que hace rato la perdió y, vuelve y juega, no se piensa en la víctima ni en el temor, el sentimiento de persecución o la incomodidad que nos asedia.
No hay derecho a que una mujer siga sintiéndose insegura en la calle. Haga una pequeña encuesta: pregunte a hombres y a mujeres si en algún momento, en la noche, sienten que los podrían violar. La respuesta absoluta de todos los hombres será un rotundo no; la respuesta absoluta de todas las mujeres será un rotundo sí.
Puede que sea diferente acoso, abuso y violación, pero cualesquiera de ellas contribuyen a que las mujeres sigan sintiendo inseguridad a toda hora. Por eso las mujeres están poniendo el grito en el cielo, y con razón. Ese comportamiento de algunos hombres tiene que cambiar y tienen que aprender cuál es el límite entre el coqueteo y el acoso. Acepten que no, es no: no más.