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NODOS SUPERCONTAGIOSOS

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Por Javier Sampedro

La Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres ha compilado unos episodios de supercontagio de la pandemia de coronavirus que merecen un buen vistazo. Por ejemplo, un racimo de 65 casos en Corea del Sur que ha provenido enteramente de una sola sesión de zumba en un gimnasio. O un grumo de 80 contagios generados en un concierto en Osaka, Japón. O una verdadera escabechina de 800 infecciones ocurrida en un alojamiento de trabajadores inmigrantes en Singapur. Los centros de control epidemiológico de Estados Unidos (los CDC de Atlanta, en la jerga) también han informado sobre un ensayo del coro de una iglesia de Mount Vernon, Washington, en que un corista que creía tener un catarro contagió a 53 cantantes, con resultado de dos muertos. Hay más conglomerados de casos en fábricas, estaciones de esquí, cárceles, restaurantes y, como todos hemos aprendido dolorosamente, en las residencias de ancianos. Muchos de ellos se originan en un solo individuo supercontagiador, un nodo principal en la red epidémica.

Ahora que todos estamos familiarizados con el ritmo reproductivo básico (R0), podemos examinar ese parámetro con un poco más de curiosidad y sentido crítico. Como sabemos, R0 es el promedio de personas a las que puede contagiar un solo portador. Para el coronavirus sin medidas de confinamiento ronda el valor de 3, lo que quiere decir que cada infectado contagia a tres sanos, que a su vez contagian a 9, luego a 27, luego a 81 y así hasta una pesadilla de transmisión exponencial que pronto arruinaría al reino, como en el cuento del arroz y el ajedrez. Por eso los expertos han insistido todo este tiempo en doblegar R0 por debajo de uno, con buen criterio. Pero claro, R0 es un promedio, y sufre de la misma miopía que todos los promedios: si yo me como un pollo y tú ninguno, nos hemos comido medio pollo cada uno.

Como expone en Science Jamie Lloyd-Smith, de la Universidad de California en Los Angeles, lo cierto es que el R0 más común en la población general es cero. La mayoría de la gente no contagia a nadie, y la propagación de la pandemia se basa fundamentalmente en individuos supercontagiadores. “La mayoría de la gente no trasmite”, dice Lloyd-Smith. A los científicos no les gusta hablar mucho de esto, porque creen que eso puede estigmatizar a ciertas personas. Yo creo que es una precaución excesiva, porque ni los supercontagiadores saben que lo son, ni tienen la culpa de nada. Les ha tocado ese papelón y ya está.

Pero conocer estos hechos, por otro lado, sí que puede ayudar mucho a prevenir rebrotes y encarrilar la desescalada por trayectos fiables. Por ejemplo, si el virus se trasmite sobre todo por un supercontagiador en espacios cerrados, concentremos ahí la seguridad y relajemos las condiciones para salir a la calle. Si vamos a necesitar una salud pública de precisión, requerimos datos de calidad. Muchos. Ya.

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