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Juan José Hoyos
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Nosotros y las canciones de Darío Gómez

Por Juan José Hoyos - redaccion@elcolombiano.com.co

Los barrios populares de Medellín están de luto. El cantante Darío Gómez, uno de sus ídolos, ha muerto. Desde el pasado 26 de julio, su música no ha parado de sonar en las emisoras. La gente de los barrios se ha volcado a las calles y ha acudido a la velación de sus restos en la Unidad Deportiva Atanasio Girardot.

Me ha conmovido ese duelo colectivo. Durante cuatro días sus canciones han sonado en todos los lugares a donde he ido. En medio del casi demencial lamento público, recordé una historia que me sucedió hace veinte años, en la que mi vida y la del cantante se entrecruzaron.

Un día recibí una llamada de uno de sus representantes. Darío Gómez ya era el músico popular que más discos vendía en Colombia. Me dijo que Discos Dago, su empresa, quería que yo escribiera un libro sobre la vida del cantante. Le contesté que la historia me interesaba, pero que me dejara pensarlo. Ese mismo día, recordé un reportaje de mi amigo Ricardo Aricapa titulado “El rey del despecho”, publicado por EL COLOMBIANO en 1991, y me puse a buscarlo.

Ya no recuerdo si logré leerlo otra vez o algún amigo me lo resumió. Lo cierto del caso es que me enteré de que, en la entrevista, el cantante le había contado a Ricardo que él y su hermano habían matado a su padre por defender a su madre: en un delirio provocado por una historia oscura de amor y celos con otra mujer, el viejo había tomado una escopeta para matar a la vieja; él y su hermano se arrojaron sobre él y lograron desamarlo, pero el arma estaba cargada y se disparó. La bala mató al viejo. No hubo proceso judicial, pero esa historia marcó la vida de Darío.

Cuando el representante volvió a llamarme, yo le pregunté si no pensaban que un periodista como Aricapa, que ya conocía a Darío, podría ser un candidato mejor que yo para el proyecto. Él me contestó: “Con él ya hablamos, pero Darío prefiere que sea usted”. ¿Por qué?, le pregunté. “Porque Darío no quiere que en el libro se cuente que él mató a su papá”, respondió. Yo le dije: “Sin contar esa historia, yo no soy capaz de escribir ese libro”. “Voy a consultarlo”, dijo. Colgamos. Nunca más volvió a llamarme. Solo en 2016 el cantante habló de nuevo de ese asunto.

Esta semana, Aricapa publicó otra vez su reportaje. Lo leí de principio a fin en Facebook. Me pareció una pieza magistral. Leyéndolo, uno entiende el porqué de esa conexión tan fuerte que Darío Gómez generó con la Medellín de las comunas, en clave de tragedia y de dolor. También por qué se convirtió en su poeta y su cantante favorito. Un caso parecido al de Carlos Gardel, Agustín Lara, Julio Jaramillo, José Alfredo Jiménez...

Entonces llamé a Ricardo y conversamos un largo rato sobre la poesía y la música de los poetas populares que muchas veces no saben leer ni escribir, y, sin embargo, son poetas porque, como Darío Gómez, han logrado tensar esa cuerda imprevisible que es el alma popular. Yo le pregunté si pensaba que Darío Gómez era un poeta. La semana próxima les cuento cuál fue su respuesta 

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