Por Mariana Ramírez Ardila
Politécnico Jaime Isaza Cadavid, Comunicación Audiovisual, 3° semestre.
mariana_ramirez20182@elpoli.edu.co
Según la última proyección demográfica realizada por el Dane, de junio de 2018, en Colombia 15.454.633 habitantes son niños, niñas y adolescentes, lo que equivale al 31,02 % de la población total (48.258.494 de personas). Gran parte de ellos carecen de recursos educativos.
Para cumplir con la necesidad de educación, desde un punto de vista encaminado al crecimiento económico, se han creado varias entidades en el sector solidario, enfocadas en brindarles a los jóvenes todo lo que necesitan saber sobre el dinero que “mueve al país”, cómo generar empresa, y saber administrarlo.
Sin embargo, para ser parte de la entidad y recibir educación económica, es necesario pertenecer a una cooperativa, ya que así es como funciona la economía solidaria; para que recibas tienes que ser parte. En este punto es donde me surge la pregunta: ¿qué pasa con el resto de jóvenes del país?, jóvenes que no tienen cómo ser parte una cooperativa.
Hoy en día vivimos en un mundo dinámico, donde los mercados y la economía cambian. Los jóvenes quieren aprender nuevos temas y tomar diferentes enfoques, moviéndose por la pasión. Debido a esto, nacen los jóvenes emprendedores, con la particularidad de que no tienen una educación o guía alguna que les muestre cómo hacerlo. Ya no quieren estar sentados, ni amarrados en una oficina. Buscan libertad, y gracias al afán de conseguirla, olvidan lo tradicional, dejan la idea de estructurar, impidiendo el crecimiento de sus empresas.
En los primeros años de emprendimiento hay que trabajar y persistir, como lo testifica Daniella Moscarella, emprendedora destacada en Colombia por la creación de cinco empresas. La mayoría de los jóvenes no están pensando en ese proceso y al no ver resultados inmediatos, deciden “tirar la toalla”. Todo esto por falta de educación y toma de conciencia.
Actualmente ser parte de un modelo solidario y aprender sobre la economía y el movimiento del mundo, debe ser una decisión personal, una constante toma de conciencia. Debemos detenernos a pensar qué estamos haciendo, y qué queremos dejar. Es momento de empezar a comunicar con sentido, buscar alternativas en nuestro proceso individual de proyección, para así, formar líderes con la capacidad de alzar su voz y resaltar todo el valor que recae en la popular frase. “Los jóvenes son el futuro del país”.
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