Por David González Escobar
Universidad Eafit
Ing. Matemática - Economía, semestre 7
davidgonzalezescobar@gmail.com
En 1960, frente a más de 60 millones de espectadores, Nixon y Kennedy protagonizaron el primer debate presidencial televisado. Nixon, el favorito, se vio incómodo, sin manejar su lenguaje corporal, sudando a chorros. Kennedy, bronceado, todo lo contrario: calmado, carismático, con la seguridad que le faltaba a su rival.
Esa noche Kennedy aseguró su llegada a la presidencia y, de paso, revolucionó cómo se hacía política: la televisión empezó a ser un factor crucial.
Los cambios tecnológicos moldean las maneras en las que las sociedades se entienden, alterando también las estrategias más efectivas de comunicación política. Kennedy entendió la importancia de la televisión. Años más tarde, Donald Trump la de las redes sociales: saber jugar con la inmediatez, la capacidad de sintetizar, siempre cuidar la imagen.
Voy con una tesis arriesgada. En Colombia, al poder ejecutivo le ha costado adaptarse a las nuevas tendencias de comunicación, mientras que, por el contrario, a su oposición no. El resultado ha sido dos presidentes impopulares, que, sin ir a especular sobre su legado, no pueden esconder sus altos índices de desaprobación.
Según la Gallup Poll, el segundo periodo presidencial de Santos estuvo caracterizado por niveles de impopularidad de hasta 73%, niveles que – de continuarse la tendencia– el presidente Duque llegará a igualar o inclusive rebasar.
Mientras tanto, se ha creado una nueva generación de activistas, indignados de profesión, especializados en explotar las nuevas herramientas que traen las redes sociales para crear tendencias a punta de maximizar los tropiezos y minimizar los aciertos de los gobiernos de turno. Caracterizados por una crítica poco propositiva, esta “clase indignada” ha encontrado en las redes sociales un mecanismo para ganarse la vida, para crear influencia.
Criticar es más fácil que gobernar, como diría sin dudarlo hoy en día un sector grueso de quienes están detrás del gobierno Duque, que una vez en el poder se han topado con el obstáculo de muchas de las tácticas que ellos mismos instrumentaron en su acérrima oposición a Santos.
Ante la cámara, el gobierno de Duque se asemeja a Nixon, mientras que su oposición a Kennedy. Si quieren repuntar su popularidad, de alguna forma tendrán que adaptarse mejor a las nuevas tendencias que traen las redes sociales. Sin embargo, no recibiría este enfoque con demasiado optimismo: por cuidar excesivamente las formas, muchas veces se descuida el fondo.
*Taller de Opinión es un proyecto de El Colombiano, EAFIT, U. de A. y UPB que busca abrir un espacio para la opinión joven. Las ideas expresadas por los columnistas del Taller de Opinión son libres y de ellas son responsables sus autores. No comprometen el pensamiento editorial de El Colombiano, ni las universidades e instituciones vinculadas con el proyecto.