Por José Ignacio Muñoz Castro
Como una pesadilla que se repite de manera cíclica, en Medellín asistimos de nuevo a la invasión del cerro de Moravia. Por razones que aún no son claras, y en las que hay intereses ocultos, sin lugar a dudas, ese terreno que pasó de basurero a jardín vuelve a ser objeto codiciado.
Dicen que son las mismas familias a las que se les prometió reubicarlas en el 2006, y que a la fecha no han visto tal promesa cumplida, las que están despejando terreno y comenzando a levantar invasiones de madera y lata. Nadie piensa en los peligros de las emanaciones de gases tóxicos o los deslizamientos que se pueden producir. Mucho menos importante va a ser el ganarle metros a los jardines que han sido proyecto ejemplar para muchas comunidades.
Ojalá la alcaldía encuentre la fórmula adecuada para responder con justicia a quienes mucho se les debe y, a la vez, mantener ese espacio medioambiental para disfrute de los residentes del Valle de Aburrá.
Si la solución que se encontró hace veinte años fue el diálogo, demos paso a la acción cumpliendo con lo prometido y salvaguardando este lugar como el vergel que aún sigue siendo