Esta semana entendí una vez más que todo es posible, y que por eso al más pobre no le hace falta un peso sino un sueño. Pienso que lo mismo vale para una ciudad. Pensé esto durante el congreso OtroMundo, un extraordinario espacio de reflexiones y relatos, promovido por la Colegiatura Colombiana y soñado por su rector, Julio Salleg Taboada.
Durante dos días escuché historias extraordinarias, como la de María Alicia Ángel, una mujer de origen paisa, quien durante casi diez años vivió en la India, aprendiendo la propuesta evolutiva de Sri Aurobindo. Cuando regresó a Colombia, decidió crear en Villa de Leyva un espacio de silencio y cercanía a la naturaleza para facilitar los procesos de evolución de la conciencia individual y colectiva. María Alicia hoy sigue realizando su sueño en búsqueda de la unidad humana, la paz y el respeto por la diversidad.
Otra historia inspiradora fue la de Jorge Colmenares, quien perdió la visión cuando era niño. Antropólogo y economista, él sueña con un mundo multisensorial. Por eso ayudó al Museo del Oro de Bogotá a crear una experiencia alternativa y multisensorial que integra a todos, sin importar si tienen una discapacidad o no. Recientemente, su pasión por escribir y viajar lo llevó a producir una guía de viajes interactiva y multisensorial para la revista Diners Club llamada Colombia 4 Sentidos. “Cuando ayudamos a las personas que han perdido la vista o el oído también activamos nuestros propios sentidos y al hacerlo enriquecemos la vida de todos al mismo tiempo”, observa Jorge, quien también experimenta que todo es posible.
Otra historia que me llamó la atención fue la de Nipun Metha, quien a los 25 años dejó su trabajo en Silicon Valley para hacer el experimento de regalar su tiempo y dinero, convirtiéndose en un “voluntario de tiempo completo”. En los últimos quince años su actividad ha impactado a millones de personas, ha atraído a más de 500 mil voluntarios y se ha multiplicado en numerosos proyectos. Su sueño es promover una cultura del dar. De sí mismo dice: “Mi vida es un intento de traer sonrisas al mundo y silencio a mi corazón. Quiero vivir simplemente, amar puramente y dar sin miedo. Ese soy yo”. Nipun vive su sueño, el cual ya comparte una multitud.
Estos y otros relatos me hicieron pensar en la experiencia de un joven artista a quien un periódico rechazó porque supuestamente no tenía un sentido creativo e ideas originales. Este artista creía que al crear un mundo fantástico basado en personajes ilustrados, podría ayudar a los demás a trascender sus problemas y de esta manera a reconectarse con sus sueños más profundos. Este artista se llamaba Walt Disney, quien soñaba un mundo distinto en los años veinte, una época en la que no era aceptable creer en un mundo fantástico. El mundo de Walt Disney fue el sueño de un individuo que hoy sigue siendo el sueño de millones de personas. “Si puedes soñarlo, puedes lograrlo”, decía Disney. Salí de la Colegiatura al final del congreso, preguntándome: ¿Cómo crear un sueño colectivo para esta ciudad para que todos juntos lo logremos?.