De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la pandemia del covid 19 se ha convertido en una gran amenaza para la seguridad alimentaria del planeta. Afirma que en 2019 cerca de 690 millones de personas pasaron hambre en los países, y que al finalizar 2020, otros 130 lo harán, para llegar a 820 millones de seres humanos que sufrirán hambre crónica en el planeta.
Colombia no escapa a esta amenaza. Existe una trágica situación que para muchos pasa desapercibida, pero que hoy atraviesan miles de familias: el hambre. Los resultados de la Encuesta Pulso Social publicados el 29 de octubre por el Dane, en las 23 ciudades donde se aplicó, muestran que en el 59 % de los hogares la situación económica ha empeorado con respecto a 2019. Antes de la cuarentena, el 90 % de las familias podían consumir las tres comidas diarias, hoy sólo el 68,0 % de ellas lo puede hacer; es decir aproximadamente 2 millones de hogares están comiendo sólo dos veces al día, 210.000 consumen una sola comida en el día y 25.058 hogares colombianos tienen menos de una comida al día. Esta situación afecta a todas las regiones y ciudades: en Cartagena, Barranquilla, Santa Marta y Sincelejo, más de la mitad de su población no puede acceder a las tres comidas del día. En Bogotá, sólo el 72,1 % de las familias logran hacerlo, y en Medellín Área Metropolitana la cifra es del 74,5 %.
La emergencia creada por el covid-19 ha aumentado brechas de desigualdad y deteriorado los indicadores sociales como el de la pobreza y la pobreza extrema. La necesidad de decretar el aislamiento social y limitar las actividades económicas ha tenido un impacto directo en los empleos y en el poder adquisitivo de los hogares. Estas consecuencias han afectado especialmente a grupos particularmente vulnerables como el caso de los migrantes, los habitantes de calle, las comunidades indígenas, las mujeres cabeza de hogar, las personas con algún tipo de discapacidad, los adultos mayores y los niños. Es lamentable que un adulto con todas sus capacidades pase de 3 a 2 comidas diarias, pero es más grave aún, que un niño deje de tener la alimentación que necesita para su crecimiento y desarrollo adecuados. Está demostrado que en la primera infancia se definen en gran medida las condiciones físicas, sociales, afectivas y cognitivas que acompañarán a los menores en su vida adulta, por ello es fundamental erradicar la desnutrición crónica desde la temprana edad y reforzar los programas de alimentación escolar en casa. Además, es muy factible que la búsqueda de medios de subsistencia por parte de las familias para superar la crisis agrave otros problemas como el trabajo infantil y la deserción escolar.
Hoy millones de colombianos pasan hambre. Se necesitan medidas inmediatas y políticas públicas más contundentes para combatir la problemática. Debe fortalecerse el trabajo articulado y cooperativo entre el gobierno nacional y los gobiernos regionales para dar soluciones a las familias y garantizar recursos para complementar su alimentación. Igualmente, tenemos que generar un pacto nacional de seguridad alimentaria que movilice la responsabilidad social, el compromiso y la solidaridad de empresarios, ONG, fundaciones, bancos de alimentos y sociedad civil, y que por supuesto, permita avanzar hacia mayores posibilidades de empleo, oportunidades y mejores condiciones de vida para las familias más vulnerables del país.
Contar con la alimentación básica y esencial para los colombianos debe ser un tema prioritario en la agenda nacional. No podremos aspirar a ser mejores mientras una gran parte de la población del país la esté pasando muy mal ¡Hay que movernos!.