Son cuatro hermanas medias, jovencitas, casi niñas. Lo de medias se debe a que tienen padre común y cuatro madres diferentes. Son ovejas descarriadas, no por malas sino porque cada una ha tenido un carril de vida diferente. Se juntan por primera vez frente al ataúd del padre prácticamente desconocido.
La menor, impúber, da título a la película “Niña errante” de Rubén Mendoza, director que alborotó el avispero nacional al inaugurar el reciente festival de cine de Cartagena con un discurso vibrante en palabras verdaderas. En represalia, la cancillería boicoteó su presencia en Buenos Aires donde otro festival homenajearía sus cintas.
Las cuatro muchachas cruzan las carreteras del país de sur a norte, transportan sus adolescencias alocadas, sus palabrotas contra los hombres, sus femeninas intimidades cómplices. Sobre todo, intercambian los dolores de llevar a cuestas el enorme hueco del no-padre.
Pocos meses atrás, otro filme, un documental, había desentrañado la biografía impetuosa de un artista costeño, igualmente rodeado de mujeres. “Smiling Lombana”, dirigida por su nieta Daniela Abad, oscila entre el delirio y el delito, entre el abandono y la ternura. El sonriente escultor y diseñador Tito Lombana tuvo dos hijas, ganó un mundo pero perdió su ventura.
Su hija menor -¡otra hija menor!- conversa al final con la cámara. Comprende lo que nadie comprende, recuerda errantes momentos de cercanía, redime al padre y concluye: “a mí sí me quedó faltando papá”. Hace perpetuo el título de la película al expandir una sonrisa de trescientos dientes.
Este par de valientes y soberbios filmes son la estampa de un país huérfano. Sus jóvenes realizadores, premiados en festivales internacionales, narran un vacío. El pecho agujereado de muchísimos colombianos que no conocieron a sus padres o que conociéndolos padecen el hielo de unas caricias negadas.
El país está lleno de estos hijos e hijas lisiados de por vida porque ignoran sus semillas. Por eso tampoco nacieron pa’ semilla. Muchos se las han arreglado combatiendo contra pesadillas que sobresaltan su integridad. Otros arrastran traumas ciegos, rabias sin nombre. Algunos llegan a asesinar, a descuartizar con sevicia. Intentan saciar el vacío con adrenalina.
Esta nación sin padres es una lastimera nación desalmada.