La celebración del bicentenario es ocasión propicia para repensar sobre nuestra Nación en construcción. Uno de los factores relevantes en la relación causa-efecto de nuestra Nación es la falta de Estado. Sin embargo, no podremos construirlo si antes no adquirimos conciencia de tal falencia y de la necesidad de corregirla. Esa característica negativa se hace evidente, hacia afuera, en nuestra debilidad diplomática, comercial y poca influencia en las decisiones de los organismos multilaterales; hacia adentro, en la inequidad, narrativas contradictorias, raquítica infraestructura vial, precariedad de la administración de justicia, abandono de la periferia e incapacidad para ser exitosos frente al crimen transnacional y agentes generadores de violencia internos. Por ello, no se equivocó Luis Carlos Galán cuando afirmó: “en Colombia tenemos más territorio que nación y más nación que Estado”. La incapacidad del Estado para vencer los factores y los agentes generadores de violencia se manifiesta cotidianamente. Buena parte de colombianos aspirábamos a que la firma e implementación gradual del acuerdo final con las Farc se manifestara en una rápida reducción de las muertes violentas y de las violaciones de los derechos humanos. Ese proceso ha sido demasiado tímido, matizado por polarización en el liderazgo político del país, falsas verdades, políticas públicas equivocadas, insuficiente compromiso de las partes firmantes del acuerdo e insuficiente asignación presupuestal. Entre los errores, las estrategias equivocadas para combatir el cultivo, procesamiento y tráfico de drogas ilícitas.
Por décadas, sucesivos gobiernos han hecho ingentes esfuerzos para combatir el narcotráfico, estando la Fuerza Pública a la cabeza de tal compromiso. Miles de vidas y billones de dólares ha costado tal esfuerzo. Se eliminaron los carteles de Cali, Medellín y Norte del Valle, pero el problema no se resolvió, sino que se ramificó y atomizó. Ahora tenemos la presencia amenazante, creciente y altamente peligrosa de carteles mexicanos como los de Sinaloa, los Zetas y Jalisco Nueva Generación.
Existe información creíble sobre la participación de tales carteles como determinantes en el asesinato de líderes indígenas y protectores de los derechos humanos, lo que representa alto riesgo para el país, si tales carteles cooptan las voluntades de los indígenas, o si estos se arman y se organizan para resistir bélicamente la amenaza.
El gobierno de Estados Unidos anunció el apoyo al socio colombiano en su lucha contra el Eln. Sería de esperar que también lo hiciera, y en forma efectiva, contra los carteles de la droga que, desde México, se hacen cada día más poderosos.
Tanto factor disolvente que amenaza nuestra sociedad, exige en el corto plazo un gobierno efectivamente comprometido y apoyado por la sociedad, a la vez que la acción efectiva de la Fuerza Pública, articulada con las demás instancias del Estado, como acción indispensable para avanzar en términos de seguridad, defensa, desarrollo sostenible y sana convivencia.
Toda forma de violencia nace de una inconsciencia profunda. La disfunción y las energías negativas colectivas que nos condicionan, nos inducen a concentrarnos más en el pasado que en el ahora, persistiendo en violencias de todo tipo. Para construir Nación, debemos trabajar para lograr, en el largo plazo, el cambio de nuestra conciencia colectiva, entendiendo que nuestro futuro como sociedad está ligado al salto cuántico hacia una sociedad libre de negatividad y patrones condicionados a nuestro pasado de violencia.