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Diego Aristizábal
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¿Para qué leer novelas?

Por Diego Aristizábal

desdeelcuarto@gmail.com

Esta semana, alguien me dijo enfáticamente: “Para mí leer novelas es perder el tiempo, más si son viejas, de otras épocas, yo prefiero leer libros actuales, que me enseñen cosas”. Yo no supe qué decir, uno qué dice ante alguien tan determinado, tan convencido. Hay momentos donde se puede hacer cambiar de opinión, pero ese día no estaba de ánimo para hacerlo. Allá él, lo que siempre digo, cada quien que lea lo que quiera. Sin embargo, me quedé pensando en por qué vale la pena leer novelas, le di una nueva vuelta a la tuerca y ajusté un poco mejor ese porqué.

Los libros le llegan a uno cuando le tienen que llegar y se leen cuando se tienen que leer, no sé cuántas veces he repetido eso. Desde hacía un par de meses, un libro que me dio una amiga adorada me hacía ojitos y yo nada, si mucho le mataba el ojo y le decía: después, ya llegará nuestro turno, tenme paciencia. Hasta que llegó el día. “El punto ciego”, de Javier Cercas, no pudo decirme mejor las cosas, no pudo darme mejores argumentos para mi nueva inquietud. Fue como si abriera las páginas y la respuesta fuera un dictado.

Cercas, para empezar, me recordó que para los contemporáneos de Shakespeare, lo que él escribía ni siquiera era literatura (de ahí que sus obras no se editaran con seriedad en vida, privilegio reservado a los autores serios). Luego me dijo sutilmente: “La mejor literatura no es la que suena a literatura, sino la que no suena a literatura; es decir: la que suena a verdad. Toda literatura genuina es antiliteratura”. Y en mi mente afloró una lista de novelas tan larga como una factura de notario por estos tiempos.

Creo que para todos es claro que las preguntas de los libros de historia y de las novelas son distintas. La literatura está cargada de preguntas morales, que son, después de todo, las que nos forjan como sociedad, las que nos hacen, al menos, conocer un poco mejor quiénes somos, qué haríamos y por qué hacemos lo que hacemos. “La novela no es un entretenimiento (o no solo es eso); es, sobre todo, una herramienta de investigación existencial, un utensilio de conocimiento de lo humano (...) No es verdad que la única obligación de una novela sea contar una buena historia y hacérsela vivir al lector; la única obligación de una novela (o por lo menos la más importante) consiste en ampliar nuestro conocimiento de lo humano, y por eso Herman Broch afirmaba que es inmoral aquella novela que no descubre ninguna parcela de la existencia hasta entonces desconocida”, me sugirió Cercas.

Ante esto, recordé la frase memorable de Balzac: “La novela es la vida privada de las naciones”. Y ahora sí, que cada quien lea lo que quiera

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