Por Felipe Agudelo Olarte
@f_agudeloo
Nominado a mejor documental en la pasada edición de los premios Oscar, Para Sama (2019) narra a través de la cámara de su directora, Waad al Kateab, la vida agonizante de la ciudad de Alepo avanzada ya la guerra civil en el 2012 hasta que en el 2016, ella junto con su esposo e hijas dejan Siria para huir a Turquía.
Durante cuatro años la cámara permaneció encendida grabando cada momento, particularmente lo que sucedía en el hospital -el último en quedar en pie y que era administrado por los opositores al régimen de Bashar al Asad- donde trabaja su esposo, Hamza, y que ante la urgencia de la situación se convierte en su hogar permanente.
Es necesario un esfuerzo permanente para no suspender la visualización del documental. Las fuertes imágenes nos sumergen en una ciudad destruida. No es una recreación de lo sucedido, son los hechos expuestos sin ningún filtro.
A lo largo del filme aparecen los rostros de los niños, varios de ellos llegan cargando a sus hermanos sin vida luego de las explosiones que asolan permanentemente el territorio. Ellos responden desde su comprensión a las preguntas de los médicos sobre los hechos, son los responsables del hogar ante la muerte de sus padres.
Como una decisión de compromiso con los que sufren deciden permanecer en medio del peligro al servicio de los enfermos en su región -como hoy vemos a tantos profesionales de la salud que en cada ciudad arriesgan sus vidas por la de otros en medio de la pandemia-. Sin embargo, al final tras ser destruido el hospital en un bombardeo, abandonan la ciudad dejando un texto sobre las ruinas: “No queremos irnos, fuimos obligados a hacerlo”.
En su audiencia del 11 de Marzo el Papa Francisco concluyó pidiendo no olvidar en medio de la epidemia el dolor de los sirios, su dolor de años y su actual situación en la frontera entre Grecia y Turquía. La situación que hoy todos vivimos nos hace conscientes que no sólo podemos mirar lo que nos amenaza en primera persona, sino que el otro en su dolor exige también nuestra mirada.
A Sama su primera hija, que nace en el tiempo de filmación, dedica la directora el Filme, según afirma, para que no olvide lo que allí ha sucedido y que, aunque está en otro país ahora, sigue perteneciendo a lo que allí acontece. También el filme nos recuerda a nosotros el dolor en Alepo y que todo lo que en cualquier lugar amenaza a un ser humano, nos pertenece a todos, aun desde un territorio distinto.