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Carmen Elena Villa Betancourt
Columnista

Carmen Elena Villa Betancourt

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Para una provechosa Cuaresma

Por Carmen Elena Villa

Más que oraciones de memoria, más que dejar de comer carne los viernes, más que calmar la conciencia dándole de comer a algún indigente; la Cuaresma es, como dijo el Papa Francisco el Miércoles de Ceniza de 2018, una ocasión “para afinar los acordes disonantes de nuestra vida cristiana y recibir la siempre nueva, alegre y esperanzadora noticia de la Pascua del Señor”.

La Cuaresma inicia el 6 de marzo con el Miércoles de Ceniza y se extiende hasta el Jueves Santo 18 de abril. Es un tiempo privilegiado que ofrece la Iglesia Católica para que el fiel pueda preparar su corazón para la celebración de la Semana Santa que culmina con la Pascua. Para ello existen tres medios que son la oración, el ayuno y la limosna.

Aunque la oración debe ser una práctica constante para todo aquel que crea en un Ser superior, la Cuaresma es un tiempo privilegiado para intensificarla y ganar en amistad con Jesús. El alma humana siempre estará sedienta de Dios por más que en el bullicioso mundo moderno existan mil estrategias para sofocar su voz.

Una práctica recomendable, para los católicos, es meditar sobre las lecturas de la misa dominical. El evangelio durante este tiempo hace un énfasis en la penitencia y en la vida eterna. Así los fieles escucharán los pasajes bíblicos de las tentaciones que Jesús sufrió cuando estuvo en el desierto ayunando 40 días, la Transfiguración ante los apóstoles en el monte Tabor, la parábola de la higuera sin fruto, la parábola del hijo pródigo, y el encuentro de Jesús con la mujer adúltera.

El ayuno es el segundo medio que ofrece la Iglesia para dominar las propias pasiones, ser capaces de abstenerse de ciertos alimentos y aprender a vivir un poco en solidaridad con quienes tienen poco. La Iglesia universal dispone que durante los viernes de Cuaresma los católicos mayores de 14 años nos abstengamos de comer carne. Con el mismo espíritu, el católico debe hacer ayuno también los días Miércoles de Ceniza y Viernes Santo. Este consiste en comer solo una comida fuerte al día y las otras dos comidas, comer un pan acompañado con agua o una infusión. Estas prácticas no son un cambio de menú. Tampoco son una dieta. Son, más bien, un pequeño sacrificio que nos permite ganar un poco más en la virtud de la templanza.

La limosna nos ayuda a proteger nuestra alma de la seducción de las riquezas pues como nos dijo el mismo Jesús: “No podéis servir a Dios y al dinero” (Lc 16,13). Nos recuerda que no somos propietarios sino administradores de los bienes que se nos han dado y a la vez, nos abre la conciencia sobre tantos hermanos necesitados. De la misma manera en que Dios nos regala gracias y dones gratuitamente, Él mismo nos llama a entregar nuestro tiempo, talentos y recursos con quienes más lo necesitan.

La oración, el ayuno y la limosna son tres prácticas que se complementan para hacer que la Cuaresma sea más de lo que crees, pues como dijo San Agustín: “Para que nuestras oraciones puedan más fácilmente tomar su vuelo y llegar hasta Dios, es preciso darles el doble ceremonial de la limosna y el ayuno”.

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