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Luis Fernando Álvarez
Columnista

Luis Fernando Álvarez

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Partido Conservador: Muerte provocada

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Murió la reina Isabel II y, además de la conmoción natural que origina el fallecimiento de un personaje propio de la historia moderna, las monarquías europeas asistieron en pleno a los diferentes eventos fúnebres, quizás no solo por la tristeza que origina la desaparición de un renombrado ser humano, sino también por el significado institucional de la monarquía como forma de gobierno en buena parte de la Europa continental.

La crisis que actualmente experimenta el modelo monárquico requería de este conmovedor momento para recordar y posicionar su razón histórica como estructura del poder. Hay que recalcar que se trata de una institución con historia en el ser de los pueblos y con futuro en el hacer de las comunidades. Muchas de las dinastías que integran las denominadas casas reales en Europa y otros países del mundo constituyen un factor de unidad y estabilidad, necesario para la convivencia y el desarrollo social. Por ejemplo, el caso de Bélgica, país que sin el criterio de unidad que construye la monarquía ya se habría desintegrado en tres o cuatro regiones absolutamente autónomas e independientes. Quizás la falta de un factor de unidad como la monarquía sea la causa de muchos de los conflictos que hoy se viven entre varias de las repúblicas que conformaron la vieja Unión Soviética.

El significado y la trascendencia de la muerte de la reina Isabel II contrastan con la forma casi clandestina y desapercibida como ha languidecido, hasta su desaparición, el Partido Conservador colombiano. Alguien podría pensar que la comparación no cabe; sin embargo, hay un sentido institucional que obliga a formular la presente reflexión.

Los partidos políticos, cédulas fundamentales del esquema democrático, se caracterizan por ser centros de pensamiento, a través de los cuales se busca acceder al poder. Para lo primero, es decir, para ser un centro de pensamiento, el partido debe tener su propia ideología y un arraigado sentido filosófico. Este esquema conceptual se convierte en el núcleo fundamental de cada partido y le permite, a través de la historia, adoptar posturas coherentes frente a los acontecimientos sociales y políticos, con visión dinámica para adaptarse a los momentos cambiantes, pero con finura espiritual para no renunciar a sus postulados fundantes.

Además de la defensa de su integridad conceptual, los partidos necesariamente existen para buscar y alcanzar la máxima instancia del poder, que, en nuestro caso, es la presidencia de la República. El Partido Conservador renunció a esta alta opción desde hace muchos años, limitándose a participar en la burocracia de distintos gobiernos. “Por un plato de lentejas”, el partido renunció a su propio destino.

Como si fuera poco, ese lánguido partido acaba de declarar que es parte del gobierno Petro. Es decir, acaba de renunciar a sus postulados filosóficos y conceptuales, para unirse a un gobierno que representa una forma diferente de ver y pensar el país.

De manera opaca, triste y provocada, el Partido Conservador acaba de firmar su acta de defunción, dejando un explicable vacío entre sus partidarios 

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