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Cuenta la Historia que en la Antigua Roma durante la guerra de Alejandría, Julio César, saltó al mar para salvar su vida nadando por cerca de una hora hasta llegar a su embarcación, mientras que protegía unos documentos, dejando su mano derecha fuera del agua. Hoy más de 2500 años después, a nadie se le ha ocurrido cuestionar la influencia del célebre emperador romano. Hay disquisiciones sobre el carácter positivo o negativo de sus actos, pero nunca la influencia de sus actos para desencadenar cambios significativos en la sociedad romana y en la cultura occidental...¡Él hizo cosas, más allá de ubicaciones en caminos, transformó la vida de las personas de su época!
Según la Defensoría del Pueblo, a julio, en el último año fueron asesinados 196 líderes en Colombia. Gente que se ocupa de cambiar la vida de las personas a su alrededor que están atravesando por una situación de injusticia, frente a la cual nadie les “para bolas”. El liderazgo es una acción de cambio social que se ejerce, no es simplemente un sustantivo en su sentido pasivo. A la luz de lo anterior, es importante aclarar que una cosa es el liderazgo y otra cosa es la autoridad.
Todas las personas que ejercen el liderazgo, no son en sentido estricto figuras de autoridad. Esta diferenciación vale la pena hacerla ahora que se acercan las elecciones regionales. La inauguración del Túnel de Oriente, el avance de obras de importancia estratégica como Parques del Río en Medellín o el metro en Bogotá, son proyectos que trascienden el alcance de un gobierno de turno pero que requieren del ejercicio del liderazgo.
Me resulta confuso ver la distorsión que tenemos sobre las figuras de liderazgo hoy sobre lo que vendemos como “líderes” de gran influencia nacional, una escucha que elogian la gran elocuencia con la que movilizaban masas. ¡Pero y ajá! ¿Qué hicieron o qué han hecho por transformar la vida de las demás personas?
