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Juan David Escobar Valencia
Columnista

Juan David Escobar Valencia

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¿Por sus ojos los conoceréis?

Por juan david escobar valencia

redaccion@elcolombiano.com.co

“Caminando por la calle yo te vi” de los Gipsy Kings y Rubén Blades, 1.989

En vista del prolongado encierro y que soy del selecto grupo que no suda gratis haciendo ejercicio, y menos pagando en un gimnasio, pensé que tanta inactividad volvería más lateralmente oblonga mi figura. Entonces decidí salir a caminar siguiendo las recomendaciones sanitarias. De gafas, para no dar un mal paso, y con una mascarilla que cubre mi rostro desde la barbilla hasta el inicio superior de la nariz, lo que te da el aspecto de la proa del casco de una lancha. Pero en una de esas salidas quedé asombrado cuando al cruzarme con otros caminantes, uno de ellos dijo: “Hola Juan David”. Confieso que me asusté tanto que demoré un momento en devolver el saludo a esos para mí desconocidos, y no entendí cómo alguien pudiera reconocerme.

Como esto siguió repitiéndose, empecé a preocuparme. Si yo usara una de las muy exclusivas “mascarillas de autor” de www.lalilalilu.com, entendería que fuese más fácil identificarme, pero ese no es lamentablemente mi caso. Entonces pensé que la única explicación es que yo debería tener una deformación física tan notoria y evidente, menos para mí, que incluso con la cara tapada cualquiera podría reconocerme. Pero todavía no encuentro una respuesta contundente.

Si ya estuviese completamente calvo, la “brillantez” de mi cabeza, que viajaría a la velocidad de la luz, le indicaría a los demás antes de que yo llegase, que se trata del calvo ese de Juan David. Pero como dijo Arya Stark en Juego de Tronos: “Not today”. Entonces pensé: ¿será por orejón? Pero tampoco es que sea la reencarnación humanoide de Dumbo, ni huelo a paquidermo.

¿Será que tengo eso que llaman “cuerpo extraño”, para no decir deforme? Pero es que ni soy el modelo real del David de Miguel Ángel, aunque mis manos son más proporcionadas, ni tampoco soy una versión antropoide de aguamala. Mi cuerpo es tan abrumadoramente normal o promedio que no creo que resalte ni por bonito ni por intensamente aburrido, como me dijo hace años una gerente de una empresa de Barranquilla que me contrató para dar una conferencia sobre prospectiva en esa ciudad. Almorzando con ella y su grupo directivo luego de la conferencia, la gerente dijo delante de todos que ella debía confesar que antes de la conferencia pensaba que mi charla iba a ser muy aburridora por mi pinta de “seminarista”. ¡Qué tal! Yo por educado, y por que todavía no me habían pagado, guardé silencio, pero para mis adentros pensaba: ¿Será que para esta señora si uno no tiene una pinta hipercolorida de “monocuco” o “marimonda” carnavalesca, entonces uno es un ser sombrío e insípido?

Finalmente: ¿será entonces cierto que los ojos son la ventana del alma y a través de ellos los demás ven la insondable pureza e inocencia de la mía, y, aún de lejos y enmascarado me identifican?

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