Históricamente, uno de los sectores a los que menos relevancia se les ha dado en el presupuesto nacional es la ciencia, la tecnología y la innovación (CTi). En un país plagado de necesidad y de inequidades, siempre será complejo distribuir el presupuesto nacional, pero también es cierto que invertir en CTi es apostar a cerrar de manera definitiva brechas de pobreza en el mediano y largo plazo. Por décadas hemos visto cómo todos los mandatarios plantean la necesidad de llegar al 1 % del PIB para invertir en CTi, cifra que, sin temor a equivocarme, parece año tras año más inalcanzable, a pesar de la supuesta intención política que en los últimos períodos han manifestado los mandatarios entrantes.
A la anterior promesa no ha sido ajena el nuevo gobierno, desde el cual, luego del reporte de empalme, se habla de una inversión del 1,5 %, quizás más con entusiasmo que con base en una realidad se plantee la cifra, no solamente por la situación fiscal y las necesidades de inversión de otros sectores, sino también por la amenaza tan enorme que se cierne sobre las regalías CTi en el marco de una nueva visión minero-energética para Colombia. Creería que en este contexto la comunidad científica debería ser la más preocupada por la situación que se avecina: su situación presupuestal empezará a afectarse en el 2024, pero su mayor impacto será, sin duda, al finalizar el gobierno entrante e iniciar el próximo. Son miles de académicos los que logran financiar sus investigaciones gracias a los presupuestos nacionales que, a fin de cuentas, paga la industria minero-energética. Este nuevo viro en la política los llevará tal vez a disminuir fuertemente sus investigaciones o, en el mejor de los casos, los obligará a reinventarse para no solo financiarse, sino también cofinanciar sus proyectos internacionalmente, ya que, por lo general, se exigen contrapartidas.
Hay cosas en el informe de empalme que, claramente, son acertadas, temas como la movilización del sistema nacional desde las ya muy conocidas “misiones tecnológicas” de Mariana Mazucatto, o la necesidad de integrar en el Ministerio CTi todas las apuestas y, ojalá, presupuestos de los otros ministerios y direcciones nacionales, la implementación de las recomendaciones de la Misión de Sabios, entre otras. Sin embargo, preocupa que no se vaya a tener pragmatismo, a fin de cuentas, para potenciar temas tan cruciales como la mitigación del cambio climático o el desarrollo de vacunas para enfermedades sobre las que ya tenemos avances, como las tropicales, o la visión clara de cuál será el papel del sector privado, que, como sabemos, en muchos países financia más del 60 % de la CTi.
En fin, ojalá las buenas intenciones no se diluyan en mucha retórica y se aplique más pragmatismo en un sector sobrediagnosticado, al que le falta más gerencia, eficacia y liderazgo a la hora de movilizar el sistema nacional y de invertir los recursos