Señor candidato, sírvase responder el siguiente cuestionario en la intimidad de ese silencioso siquiatra llamado almohada:
¿Está listo para devolvernos el día después de elecciones el paisaje urbano contaminado con toda clase de retratos, eslóganes, promesas, sonrisas...?
¿En la noche archiva los seis pares de músculos que intervienen en la sonrisa y activa los demás para descansar del estrés que produce presumir del sabelotodo que envidiaría Wikipedia?
¿Si lo derrotan promete no lucir el día después de elecciones cara de retrato hablado, de prontuariado, de N.N?
¿Tiene apuntada en un papelito la definición de derrota de Saramago por si las moscas: “La derrota tiene algo positivo: nunca es definitiva; en cambio, la victoria tiene algo negativo: jamás es definitiva”?
¿Tiene principios pero si no les gustan a sus electores está dispuesto a cambiarlos por otros como postulaba Marx (Groucho)?
¿Celebró la ética y la estética de El Colombiano de aclarar que la foto que el presidente Duque presentó ante los cacaos de la ONU no fue tomada en el vecindario venezolano sino en el Cauca grande? ¿Lo mismo otras tres fotos que la “inteligencia militar” le vendió al César criollo como tomadas en Locombia?
¿Ya presentó su declaración de renta para que los electores sepamos cuántos pesitos tiene y con cuántos regresa al asfalto?
¿No nombrará amigos ni adjudicará apetitosos contratos para pagar favores recibidos en esta campaña que a cualquiera dejaría sin pa’l bus?
¿Promete que tampoco escurrirá el frasco de la mermelada burocrática para dejar bien parqueados a sus compinches?
¿Jura por su gato que no hará borrón y cuenta nueva y que habrá continuismo donde sea necesario como lo ha prometido el de Fico, a quien tienen empapelado contratistas que se sienten presionados para votar por él?
¿Rejura por su perro que no son suyas las cámaras hechizas encontradas en la sede de la campaña del dueño del estresante sombrero del que dijo Uribe que casi le da la vuelta a la manzana?
¿Recontrajura que si tocan a su casa en la madrugada puede ser la vecina apetitosa que mira con ojos golosos en la claustrofobia del ascensor y no la policía para hurgar en su computador?
¿Está listo para cambiar el antipático sistema de fotomultas por mockusianas sanciones como escribir planas de cien en mandarín con textos como este: Respetaré las señales de tránsito como a mí mismo?
¿Anda con GPS para evadir corruptos que se quieren sumar al vencedor para hacer de las suyas?
¿Detesta la democracia de los ochocientos o mil consultados en encuestas pagadas en ocasiones por los interesados y prefiere la clandestina democracia del azar que se expresa en las urnas?
¿Está comprometido hasta el tuétano con el proceso de paz para que no tengamos más mártires como el consejero Echeverri Mejía y el gobernador Gaviria?
Si respondió afirmativamente la última pregunta, cuente con este votico.