El presidente Iván Duque reconoció que tras la remoción de la directora de Parques Nacionales hace poco, había una razón poderosa: promover el ecoturismo. Olvida que ecoturismo hay hace años en varios (no en todos por razones de conservación) gestionado por comunidades y grupos locales.
Pero uno sabe qué entienden por ecoturismo el Centro Democrático y los dirigentes uribistas: turismo de cinco estrellas para personas con dinero, con infraestructura pesada y flexibilizando normas de control. Un tema sobre el cual han insistido por años.
El Instituto Humboldt programó cuatro expediciones científicas al Magdalena Medio para identificar plantas con potenciales usos que aporten al bienestar de las comunidades locales y al desarrollo económico sostenible a partir de prácticas sostenibles, explicó. A la par buscarán microorganismos, hongos, plantas y enzimas para recuperar ecosistemas afectados por contaminantes externos.
Esta semana, el Instituto Sinchi de investigaciones amazónicas realiza un encuentro de investigadores en el que se han analizado temas relacionados con la biodiversidad regional, uso, estado y conservación, los saberes y temas afines que muestran el potencial y la fragilidad de un territorio que es la mitad de Colombia.
Un ejemplo: en Amazonas hay 3867 especies de plantas identificadas, 986 de ellas útiles como alimento, medicina o madera; en Guaviare son 2155 identificadas y 624 útiles.
Un esbozo de nuestra riqueza biótica. Por eso somos el segundo país en biodiversidad. Vivimos entre una infinidad de recursos que son oro, que se pisotean, desprecian, alteran y destruyen.
La biotecnología, cuento viejo, es una de las ramas promisorias del desarrollo global. Para usar los productos que ofrece la naturaleza primero hay que conocerlos: la bioprospección que, vimos, adelantan organismos como el Humboldt.
Esta semana este diario mostró que una expedición universitaria iba para el esquivo páramo del Paramillo a lo mismo: a conocer qué formas de vida existen allí. Días antes reveló que investigadores de la U. de A. que trabajan con algas aprovechables en el golfo de Urabá no reciben apoyo.
Mientras numerosas instituciones e investigadores, con las uñas, señalan el camino, el gobierno persigue turismo de alta gama en zonas frágiles de rica biodiversidad. Si invirtiera fuertemente en conocer esta riqueza biótica, en 15 o 20 años se generaría gran cantidad de recursos para beneficiar los territorios.
Su visión miope (común a todos los gobiernos) no lo permite.
¿Qué mejor noción de desarrollo que identificar, usar y preservar la vida que la naturaleza nos brinda?
Prioridades trocadas.
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