Por Jorge Marirrodriga
La única ventaja de perder una guerra es que no hay que preocuparse por cómo organizar las cosas después. Ganar, en cambio, es más complicado. Los ejércitos deben estar preparados siempre para vencer la batalla y ganar la guerra... y gestionarlo todo inmediatamente después de la paz. Por lo menos, hasta que los políticos apliquen su plan –si es que lo hay– para poner en orden aquello. O para construir un nuevo orden.
Así sucedió, por ejemplo, en Japón y en Alemania tras el final...