En el fuego graneado al que se someten los candidatos a la Alcaldía de Medellín durante los mal llamados debates por televisión, ha faltado más énfasis en lo esencial, que es la reconstrucción de la estructura moral y ética. Los aspirantes a la elección han sido explícitos, generosos y hasta redundantes en sus respuestas sobre seguridad, movilidad, infraestructura, empleo y, claro, el tema infaltable del tren de la 80. Al hablar de educación han hecho más énfasis en la ampliación de cobertura y en la construcción de colegios y aulas, pero dejan vacíos, lagunas, sobre lo que sería un proyecto para la recuperación de las costumbres, el comportamiento ciudadano, el respeto a los demás, la tolerancia y la necesaria correlación entre derechos y deberes.
La ciudad está afrontando una gravísima emergencia en materia de ética. Al fenómeno ya insoportable del bloqueo por insuficiencia y estrechamiento injustificable de vías, se le suma el modo incivil, vulgar, retador, ofensivo, prepotente que suelen exhibir muchísimos individuos, incluidos tipos dizque dotados de solvencia cultural, que se sienten dueños y señores excluyentes del espacio público y facultados para injuriar a todo vecino al que acosan porque para cuando el semáforo está en rojo, usa como transeúnte un paso de cebra, pone la direccional para cambiar de carril o hace cualquier maniobra prudente. El agravio con palabrotas y desafíos a que se den hasta bala era algo inaudito en una ciudad en la que nos ufanábamos de no copiar los modos de obrar de cierta capital.
Son malas costumbres que, por obvias razones, no van a corregirse con la apelación ingenua a la anacrónica Urbanidad de Carreño, pero que deberían inquietar a los administradores para que emprendan una estrategia radical con las familias y el sistema educativo. Un Alcalde, como gobernante, debería ser el titular de un magisterio fundamental en cuestiones cívicas. Educar es gobernar.
No extrañemos que en las mal llamadas redes sociales se propaguen el matoneo, el insulto, la injuria y la grosería desbocada de usuarios maleducados. Así se comportan en la vida diaria en hogares, colegios, universidades y empresas. La realidad virtual es un espejo de la que se vive día a día en las calles.
Desde el primer día de su mandato, el nuevo Alcalde debería comenzar con la convocación general a ejecutar una campaña intensiva, amplia, permanente y del mayor alcance para reeducar a niños, jóvenes, adultos y hasta ancianos sobre valores, principios y equilibrio entre deberes y derechos. Vendrán muchas intervenciones de los candidatos. Quienes las organizan, ojalá cojan el toro por los cuernos y planteen lo que es más apremiante. Medellín, con maestros, padres de familia y estudiantes, está mostrando un vergonzoso fracaso en materia de educación cívica.