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Juan José García Posada
Columnista

Juan José García Posada

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¿Qué tiene de malo el regionalismo?

Por juan José García Posada

juanjogp@une.net.co

Con alardes desafiantes de universalidad y cosmopolitismo se desconceptúa desde las alturas capitalinas la expresión legítima del sentimiento regional. No sólo de los paisas (sin que nos dé miedo ni nos duela llamarnos así), sino de los habitantes de la llamada provincia. Es una actitud miope, arcaica e inequitativa que se acostumbra en todo el mundo. Ser de la capital como que atribuye una primacía, una superioridad idiosincrásica. Identificar y apologizar los valores humanos y sociales y la aportación cultural, económica y política de una región, se condena en la capital como si se tratara de un atentado contra la unidad nacional, una traición a la patria.

Cuantas veces sea necesario hay que enfatizar en que, si bien es cierto que en la capital se concentran los poderes públicos y privados, por más que así sea no deja de ser otra provincia, otra región, la central, en medio, no por encima, de todo un país de regiones que integran la nación. La corriente regionalizadora no se ha extinguido en el conjunto de las relaciones internacionales. Cobró fuerza sobre todo desde fines del siglo pasado. Recuerdo las tesis del atinado pensador Jean Francois Revell, en una obra como El estado megalómano, y el impulso de los medios periodísticos regionales, que emularon, en Francia, en el resto de Europa y aquí, con la llamada prensa nacional. Y sin que se borren las tradicionales diferencias entre capital y región, tanto en Francia como en otros países el centralismo ha dejado de ser tan opresivo, tan absorbente, tan excluyente como sigue siéndolo en este rincón nuestro, que parece marginado de las tendencias mundiales. Como si no siguieran desarrollándose ciudades globales, que superan el avance de las capitales. Y una de ellas es Medellín, a pesar de que siga ejerciendo centralismo frente a los pueblos antioqueños.

Dígale a un californiano que no ice la bandera de su estado, de su región, con orgullo regional. A un marsellés o a un ciudadano de Burdeos al sur de Francia, critíquelo por no preferir ser parisino. A un aragonés dígale que es más español un madrileño que un maño. O a un vecino de las vascongadas, o a un catalán, niégueles el derecho a sentir y proclamar la autonomía de su pueblo. A ver qué le contestan. Y no se dejan achicopalar. No permiten que nadie los arrincone, los subestime, los ridiculice, los persiga y acose desde las cumbres centralistas, como por desgracia sí ocurre aquí. Atreverse a hablar de razonable autonomía regional desde Medellín es motivo de censura y de burla en la lejana provincia central de la nación. Todo esto explica esta suerte de mala hora de Antioquia que estamos afrontando. ¿Qué tiene de malo el regionalismo?.

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