Por
Liliana Zambrano
Universidad Eafit
Comunicación Social, sexto semestre
lilianazambrano@gmail.com
La envidia es una de las características de la sociedad de hoy, ya que no hay una conciencia realista de la verdad.
Estamos muy ligados a las imágenes que proyectan los otros y de ahí nace el egoísmo y la envidia.
Entiéndase esta última como uno de los más grandes pecados capitales por el cual no somos capaces de aceptar el triunfo del otro.
Es la tristeza ante el bien ajeno porque se anhela con demasía la vida de los demás, sin saber que -a la voz del filósofo Fernando Savater- “si tú envidias la mujer al otro, deberías aceptar todo lo que el otro es, quiere, piensa y siente, y por lo tanto dejar de lado todas las cosas que tú quieres, piensas, sientes. Tendrías que convertirte en el otro, algo que nadie está dispuesto a hacer. Porque todo el mundo quiere tener las ventajas del otro, pero a partir de la concepción propia.”
Estamos cansados de ver campañas contra el uso desmedido del celular y las redes sociales, pero ¿qué mejores inventos han sido creados para promocionar estilos de vida?
En los tiempos de antes (hace poco), eran la radio, la prensa y la televisión, esta última por excelencia. Ahora, el atiborramiento de imágenes de individuos mostrando sus estilos de vida se ha convertido en una realidad ficticia porque “en esta sociedad lo primero que hay que lograr es crearse la fama de que eres algo, sin serlo necesariamente. La creencia de los demás de que el otro es exitoso es lo que fomenta una cadena de errores y de envidias añadidas”, para seguir citando a Savater. Aparentar es distinto a ser. Nadie alardea de lo que le sobra.
Si usted quiere combatir la envidia que siente por el éxito, el reconocimiento, el dinero o la belleza del otro luche contra su ego, pregúntese por qué no envidia cosas escenciales como la salud o la fe y tenga claro, querido lector, que como afirma Christopher Lasch (1991) “nada tiene más éxito que la apariencia del éxito”.
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