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Que venga 2020; 2019 fue una página dura

Por Carlos Alberto Giraldo M.

carlosgi@elcolombiano.com.co

El balance de 2019 está atravesado por obstáculos tremendos. Una agitación y una incertidumbre que gravitaron en todo nivel. Colombia, como siempre, sufrió temporales: una paz con la Farc que perdió un pedazo con el cantado rearme de alias “Iván Márquez”, “Jesús Santrich” y “el Paisa”, que de paso se burlaron y despreciaron las garantías que les dieron el Estado y la sociedad para su reinserción.

En 2020, el Gobierno Nacional, para ahorrarse sorpresas, debe tomar la iniciativa en el combate a las disidencias, esas que llama “grupos residuales”, que pueden alterar el orden público en regiones donde la institucionalidad es débil y no muestra interés decidido de desplazar a una ilegalidad de tantas pelambres.

A ello se suma que el presidente Iván Duque tendrá que mostrar resultados ciertos en la lucha contra el narcotráfico: el Ministerio de Defensa dio por cumplida la meta de erradicación de 2019. Lo previsible, entonces, sería que empiece a bajar la “bonanza coquera” y que sea sensible la presión sobre las estructuras mafiosas que incluso se tomaron regiones como Cauca.

Allí, las comunidades indígenas afrontaron la violencia de los narcos, que no solo golpearon a quienes se oponen al régimen de los cultivos ilícitos y sus finanzas sino que también, con grupos mercenarios, atienden intereses híbridos de política y mafia, que buscan desbaratar la organización ancestral de los nasas.

Además del largo recorrido que tienen los carteles locales y las estructuras transnacionales de la droga, el Gobierno debe enfrentar vacíos y ausencias seculares. 2020 debe ser una oportunidad para enfatizar la presencia estatal en lo extenso del territorio.

De esa orfandad de los ciudadanos, que en numerosas regiones reclaman cobertura a necesidades básicas de acueducto, alcantarillado, hospitales, vías, conectividad, educación y empleo, nacieron las marchas que se convirtieron en la manifestación política (sin partidismos) más relevante de 2019. En 40 años nunca se vio tal movilización y protesta y es apenas de pragmatismo y sentido común que el presidente Duque tramite y atienda esas insatisfacciones.

Es imposible pasar de largo sin recordar el padecimiento de los líderes sociales, en la mira de sicarios y enemigos ocultos hasta los últimos días del año. Colombia no puede seguir mirando, pasiva, este martirologio. Y en otra acera de la realidad está el millón 700 mil migrantes venezolanos que sufren desarraigo y necesidades aquí a causa de un régimen torpe y criminal. 2020 debe traer el fin de Maduro.

Sobre el estatismo de la economía no hay mucho que agregar: creció el desempleo, se cerraron miles de microempresas y la oleada de protestas ahondó la crisis del comercio en el cierre de un año para olvidar. La depresión económica es evidente.

Que venga un año distinto. Más auspicioso que este que despedimos. La realidad no lo augura. Habrá que transformarla. A Colombia le sobra fe, pero es necesario que empiecen a sobrarle liderazgo y resultados.

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