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7 y 9
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Llegaron las mujeres. Y van a quedarse. Para siempre. La humanidad lleva cuatro millones de años y ellas han tenido que esconderse o cambiar su nombre por el de un hombre... para existir. Ahora dicen “somos la otra mitad”.
Aquí están, no se presentan una por una sino en combo. Poca ropa, bastante ritmo, consignas punzantes y el cuerpo, sí, hablan con todo el cuerpo. Se contorsionan, elevan los brazos acusadores, rasgan la historia.
Vienen luchando por ser alguien desde mediados del siglo pasado. Les ha costado la vida entera de una persona -70 años- irrumpir como este fin de semana en Chile, México, Colombia. Un millón, dos millones, con cartulinas individuales, tatuajes, alborotando las calles y alegrándolas al tiempo.
“No nos pueden parar”, aseguran en medio de una euforia de recién nacidas. Las mujeres ya no son el día de la mujer, son todo el día para ellas. Se reivindican como nietas de las brujas a las que no pudieron quemar en la Edad Media.
Sus entrañas les dictan el reclamo. No necesitan ser feministas ni cursar estudios de género, para dar testimonio de un dolor acumulado. Carecen de partido político, de líderes evidentes, son un solo puño.
Lo cierto es que las mujeres de hoy suman para el cambio. Este mundo, este país serán otros. Nadie las puede contar, ninguna fuerza de policía se atreve contra ellas. Los árboles de las avenidas les hacen sombra para que los drones no se atraganten con las cuadras y cuadras de sus banderas verdes y moradas.
Quieren acabar el patriarcado, igual que durante muchos siglos los hombres pretendieron hundir el sistema. El patriarcado es más grande que el sistema porque vive por fuera y por dentro de los hombres. Las metas de las mujeres, así, resultan más ambiciosas que las de los hombres. Se pelean en el inconsciente, en los reflejos que vuelven natural una opresión con faldas.
Bienvenidas las mujeres, sin ellas esta barbaridad llamada mundo seguiría trizando cuerpos, inventando guerras, martirizando mentes. Quedan pocos años, tal vez meses, antes de que todo salte en pedazos, por un virus, por sofocamiento general, por los incendios de los ambiciosos. Que vengan las mujeres, que tomen las riendas, que contagien el viento con la higiene de su ciencia infusa.
