Por Elisa Ferrer
Aún no sabía leer y para mí erais puzles gigantes, muebles voluptuosos cuajados de libros que me fascinaban por sus lomos de colores, que ordenaba y desordenaba como ladrillos de Lego. Cuando agarraba vuestros libros al azar, subida a una silla para alcanzar los más altos, abría sus tapas con ceremonia, consciente de que mis manos estaban limpias a pesar de la merienda, y tocaba sus palabras mecanografiadas, símbolos que encerraban promesas, y tenían algo de conjuro, de misterio,...