Por Norvey Echeverri Orozco
Universidad de Antioquia
Comunicación - Periodismo, semestre 7
norvey.echeverri@udea.edu.co
El voto, tan simple como es: una equis sobre el logo de un partido político y después otra sobre un número, vale mucho más que ese tamal, esa teja, ese billete y ese manojo de bananos. ¿Cuánto cuesta un voto entonces? Creo, espero no ir al error, que el voto vale los sueños comunes de una sociedad. En el voto está representada la verdadera esperanza de un cambio.
Por supuesto, de seguro usted me refutará que ese tal “cambio” no existe, que todo va de mal en peor, que los políticos son los mismos mentirosos de siempre: van por su tajada y no más, que los intereses de ellos son diferentes a los suyos, así como lo escribieron unos estudiantes en un muro de la Universidad de Antioquia: nuestros sueños no caben en sus urnas. Tal vez no quepan, claro que no, porque esas urnas de cartón son muy pequeñas; para ese propósito se necesita una bodega... Ojo, no hablo de una de perfiles falsos. ¿Y qué van a importar los cupos de universidades públicas en un político, si con esa platica del ladrillo o el tamal, una simple limosna, que le dio para que usted votara por él se la empezará a descontar, multiplicada por doscientos, durante cuatro años de sus impuestos? Es como un crédito en un almacén: mire, oiga, vea, no desaproveche esta gran promoción. Usted se endeuda, ilusionada(o) de que ese producto la hará la mujer más feliz del mundo, solamente causándole dolores de cabeza a los tres o cuatro meses. Así mismo funcionan los políticos (qué cuentos de políticos, los que “regalan” cosas por votos son cambalacheros) cuando le compran el votico.
Otra frase, que también llamó mi atención, decía que si no nos dejaban soñar no los íbamos a dejar dormir (creo que les iban a poner vallenato, con todo el volumen, día y noche). Pero es que los dormidos, señores, son los que, faltando pocos días para ir a las urnas, no han dedicado minutos en sus vidas para leer los programas de gobierno. ¿Saben qué es más importante que los programas de gobierno? Tener memoria: recordar esos rostros, voces y decretos. Hay que recordar cómo fueron, si ya tuvieron la oportunidad de dirigir nuestros destinos, esos políticos que, una vez más, piensan vivir de esa coloca, tan buena que parece ser, a la que muchos aspiran llegar cada cuatro años.
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