Para hacer frente al grave problema ético planteado a partir de lo ocurrido en la Corte Constitucional, por vez primera y como respuesta a un clamor lanzado, entre otros, por esta columna, el Gobierno Nacional entendió, que el primer paso es recuperar el valor moral que debe orientar el trabajo de los abogados, para lo cual se debe evaluar la formación que reciben los estudiantes en las facultades de Derecho y los correctivos que es necesario introducir para buscar un profesional íntegro, con el perfil ético que se requiere para superar en el futuro, situaciones como las que actualmente se viven.
El trabajo desarrollado con distintas generaciones de abogados durante cerca de 40 años de cátedra universitaria, nos permite esbozar las siguientes ideas: no es bueno que en ciertas facultades de Derecho se fomente entre los estudiantes una competencia y un individualismo, no siempre bien concebidos. No se debe permitir o tolerar que se presenten como propios, textos “bajados” del internet, ni descalificar al estudiante por sus intervenciones o controversias en clase, ni ofrecer “estímulos” por supuesta o real asistencia a eventos de distinta naturaleza, en ocasiones sobre temas ajenos a su carga académica, amén de otras conductas similares, que estimulan las malas prácticas, la competencia desleal y un sentido distorsionado del éxito.
Al final del día, no es premiado el estudiante íntegro digno de representar a su país en altas responsabilidades, sino aquel cuya influencia social y política, estrategia y “pisoteo”, hacen que se presente como sobresaliente. No se está recompensando a quien desarrolla un sentido de solidaridad y responsabilidad personal y social en el proceso de aprendizaje, sino a quien logra valerse de influencias, contactos y toda una serie de “artimañas”, no siempre suficientemente claras, para aparentar ser el mejor y obtener reconocimientos, sin haber observado un comportamiento ético adecuado.
El problema ético se agrava, cuando en el proceso de enseñanza intervienen docentes cuya injusticia, maltrato, preferencias y favores afectan sus relaciones en la formación de los dicentes. En más de una ocasión el estudiante se encuentra frente al horrible mensaje, que quien enseña derecho no necesariamente defiende la transparencia. Se desacredita dentro del aula de clase la justicia y las instituciones de la nación, pues se enseña a los futuros abogados, que quienes deben defender e impartir justicia, ni siquiera lo hacen en el proceso académico. Se pierde entonces el ideal ético de transparencia, honestidad y justicia, en un país que reclama el saneamiento de sus instituciones para poder marchar hacia la paz, el progreso y el desarrollo sostenible.
Hay que replantear la manera en que las universidades transmiten el sentido ético a sus estudiantes, para fomentar la cooperación y solidaridad y mostrar que no triunfa aquel cuyo tráfico de influencias es mayor, sino quien guía su conducta por las reglas de la ética social y la ley. Hay que enseñar que la corrupción y el engaño no son conductas normales, sino comportamientos éticamente reprochables.
* Expresidente del
Consejo de Estado.