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¿Regular las redes sociales?

Por anacristina aristizábal uribe

anacauribe@gmail.com

Hay que entender que una cosa es la opinión o expresión, y otra cosa es la información. Cualquiera puede opinar, eso sí, partiendo de hechos reales, no de suposiciones o comentarios. Opinar sobre personas sugiere una responsabilidad inmensa y un carácter formado para hacerlo sin rabia, injuriar ni calumniar. Una cosa es opinar en sitios privados y otra cosa es hacerlo en escenarios públicos: auditorios, medios masivos, redes sociales. Estos sugieren aún más educación, entereza, cultivo del carácter y de la sabiduría del opinador. La opinión es un pensamiento que debe estar cultivado, reflexionado y sobre todo: argumentado.

La información se hace sobre un acontecimiento y es el insumo y producto final de los medios masivos. Se informa objetivamente sobre hechos, se opina subjetivamente reflexionando esos hechos. En la universidad se estudia para tratar la información con parámetros técnicos y éticos establecidos por la profesión.

Hasta hace muy poco la información y la opinión eran monopolio de los que tenían el poder político y económico para fundar medios masivos. Esos poderosos manejaban la información y la opinión a su antojo; con énfasis informaban lo que les interesaba y divulgaban con grandilocuencia las opiniones que apoyaban sus actuaciones. Entonces la audiencia veía y entendía el mundo desde la óptica que ellos permitían. Pero desde hace unos 10 años la humanidad está “estrenando un juguete” nuevo: las redes sociales. Ahora cualquiera se cree con derecho a informar y a opinar, aunque no sepa cómo, y esto hace que el monopolio se vaya disolviendo.

Entonces ha aflorado la condición humana: se conoce información ocultada, se destapan corrupciones, se develan mentiras: es más difícil para los delincuentes de cuello blanco actuar con secretismo y ocultamiento, pues fácilmente sus ilícitos se revelan en las redes sociales. Y al mismo tiempo el odio se difunde amparado en la libertad de expresión y opinión. Cualquiera sin medida ni reflexión, y de forma irresponsable, calumnia o injuria masivamente con la facilidad de un clic.

Por eso se ha propuesto controlar las redes sociales, para evitar la difusión del odio; pero ello afectaría el develamiento de la corrupción que algunas veces solo puede hacerse en las redes sociales. Este nuevo juguete ha puesto en jaque la información y la opinión como las conocíamos y está permitiendo lo que nunca antes se había logrado, solo que hay que enseñar su uso responsable. Es más civilizado educar que censurar.

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