El director de la Dian trinó: “Relevante para el debate tributario en Colombia este estudio en el American Economic Review. Francia *triplicó* el impuesto a los dividendos (de 15,5 a 46,6 %) de ciertas firmas. ¿Qué pasó? Las empresas repartieron menos utilidades e invirtieron más y mejor en sus negocios”.
Este trino confirma la intención del gobierno de capturar la renta de capital de los contribuyentes de más altos ingresos, incentivar a las empresas a no distribuir dividendos y, por el contrario, reinvertir las utilidades para aumentar la inversión privada y, desde el mercado, disminuir la desigualdad de ingresos. En general, estoy de acuerdo con los objetivos del gobierno en este punto, pero no con el cómo ni con la interpretación que le da Luis Carlos Reyes al estudio del caso francés.
La reforma francesa afectó únicamente a las sociedades sarl, que, de alguna manera, es lo que podríamos llamar en Colombia las pymes. ¿Por qué la reforma? Porque existía una brecha impositiva a favor de los dividendos y en contra de la renta de trabajo. En las sarl, el dueño-gerente aprovechaba esta brecha para que sus ingresos totales tuvieran más dividendos y menos salario. Con la reforma, se cerró la puerta. Todos los dividendos que se pagan al dueño-gerente son considerados como un “salario” y están sometidos a la misma tasa impositiva de la renta de trabajo. Con lupa, confirma el estudio que los resultados colaterales de la reforma han sido positivos y han fortalecido a las sarl.
En Colombia, la reforma va en contravía del estudio citado. En vez de cerrar, abre las puertas equivocadas. En las sociedades se amplía la doble imposición sobre las utilidades y el Estado podrá recaudar hasta el 60 % de las mismas. En cambio, si el negocio lo desarrolla una persona natural, el Estado podrá recaudar solamente hasta el 39 % de las utilidades. Ni hablar en el régimen simple. Un ejemplo claro de una incorrecta asimetría que abre un arbitraje tributario entre los diferentes tipos de contribuyentes, que se traduce en un incentivo para no constituir sociedades, no asociarse y no pensar en grande. Error, lo que necesitamos son más empresas, con patrimonios robustos, que generen empleo formal y creen valor sostenible. Uno de nuestros mayores males, la informalidad, nos muestra que, en las microempresas, de cada diez trabajadores, ocho son informales, mientras que, en las medianas, si acaso uno es informal.
El gobierno pretende incentivar la formalidad, pero propone altas tarifas sobre las utilidades que afectan la inversión en empresas medianas y grandes. Busca incentivar la reinversión de las utilidades, la inversión privada y el desarrollo de un ecosistema de emprendimiento, pero propone un impuest-o al patrimonio, en el cual el valor de las acciones de los accionistas está basado en el patrimonio líquido de las sociedades.
Entonces, ante la experiencia francesa, la pregunta sería: ¿A cuál tipología de empresas se les debe incentivar temporalmente a reinvertir las utilidades? ¿A las del régimen simple, a las pymes o a las grandes? ¿En cuál contexto?