Hace una semana, en la pista de un aeropuerto de China, un cargamento de respiradores y equipos médicos comprados por el gobierno francés fue renegociado por enviados estadounidenses usando dinero en efectivo. El avión, que debía viajar a Francia, partió a Estados Unidos.
Esta semana, Alemania acusó al gobierno de Estados Unidos de confiscar un cargamento de 200 mil mascarillas que ese país había comprado previamente en Tailandia para proteger la policía de Berlín.
España, uno de los países más golpeados por el coronavirus, ha tenido que enfrentar por estos días varios intentos de Turquía y algunos países de la Unión Europea, como Francia, de retenerle en los aeropuertos pedidos de equipos médicos de emergencia que ya iban rumbo a Madrid.
Brasil, el país con la economía más grande de América Latina, ha corrido la misma suerte con un pedido de productos médicos que había encargado a China. La empresa fabricante decidió reprogramar el despacho priorizando una adquisición mucho más grande de Estados Unidos, haciendo caso omiso de pedidos anteriores de Brasil, Canadá y Francia.
La semana pasada, la Casa Blanca, acudiendo a una ley de guerra aprobada durante el conflicto de Corea, prohibió a la empresa estadounidense 3 M exportar mascarillas a Canadá y América Latina, donde 3M es el principal proveedor. ”Nosotros necesitamos las mascarillas. No queremos que otras personas las consigan”, dijo el presidente Donald Trump. La misma ley fue invocada por el gobierno para ordenar al fabricante de autos General Motors que produzca respiradores artificiales.
Esta es una de las caras ocultas de la emergencia mundial provocada por la pandemia del coronavirus. Por lo menos 69 países han prohibido o restringido la exportación de equipos de protección, dispositivos médicos o medicamentos. Por eso se ha desatado una especie de rapiña alrededor de ellos. Los países de América Latina han pasado a ser los últimos de la fila en esa disputa.
Los más codiciados son los respiradores artificiales. Hoy son considerados equipos de vida o muerte en los hospitales de todo el mundo. Cuando los alveolos pulmonares de los pacientes atacados por el covid-19 se obstruyen, ellos generan una presión positiva constante que los mantiene abiertos y ayudan a salvar miles de vidas. Según fuentes del gobierno de EE.UU., que hoy es el foco mundial de la pandemia, ese país necesitará más de 100 mil ventiladores en los próximos 100 días.
La mayor parte de estos equipos se producen en China, Alemania, Suiza, Irlanda e Italia. El gobierno alemán decretó que los respiradores son bienes de interés nacional y prohibió su exportación. La producción de Suiza, Irlanda e Italia están copadas y las fábricas de China se vieron obligadas a paralizar su producción durante varias semanas, a raíz de la cuarentena obligatoria. Ante la escasez de estos equipos, en Alemania, la empresa Daimler, fabricante de los automóviles Mercedes Benz, empezó a producirlos. Lo mismo ha hecho Seat, del grupo Volkswagen, en España.
Cuento estas historias para celebrar el esfuerzo de los médicos e ingenieros de la Universidad de Antioquia, Ruta N, el Hospital San Vicente, la Escuela de Ingeniería de Antioquia, la Universidad de la Sabana y las empresas Haceb, Auteco, Indumil, Challenger e Industrias Médicas Sampedro para fabricar lo que los médicos llaman un “respirador de guerra”: un ventilador mecánico de diseño sencillo, de bajo costo y que cumple con las funciones básicas que todo respirador debe tener en las unidades de cuidados intensivos de los hospitales. También hay proyectos para producir mascarillas y trajes de bioseguridad.
Los grupos Bancolombia, Postobón y Sarmiento Angulo se han sumado a este esfuerzo ayudando a financiar los proyectos.
¡Gracias a todos ellos por este aire fresco para los pulmones de tantos colombianos que están muriendo de asfixia!