En este país en que ya casi nadie acepta ser responsable de nada, díganme a quién o a qué deba imputársele la responsabilidad por el clima insoportable de estrés colectivo, por el conflicto peligroso que ha dividido en dos bandos a millones de familias, por el polvorín de la crispación general que persiste hoy después de la elección de presidente. ¿Es que no se dieron cuenta del daño gravísimo que se le infiere a toda una sociedad cuando se ignoran conceptos y normas elementales de ética política y se arrea y encarrila a los ciudadanos como si cada uno tuviera que volverse un país enemigo?
En la resaca poselectoral que estamos viviendo hoy lunes, con ganadores y perdedores, queda la incertidumbre como fuente principal de ansiedad generalizada. Los psicólogos, agrupados por el Colegio Colombiano de Psicología, alertan sobre el estrés electoral como consecuencia del apasionamiento por la política. “Los ánimos están muy encendidos... Es muy fácil pasar del diálogo al conflicto. Esto es muy grave, porque se fractura el tejido social”. Lo dijo el psicólogo Pedro Pablo Ochoa, de Cipsic. Lo confirma mi hija Victoria Eugenia, psicóloga clínica especializada en salud mental. Les creo, pero agudizan esta preocupación.
Se ha perdido la paz, no sólo como abstracción o ideal supraindividual, sino como realidad cotidiana en las familias, los lugares de estudio y de trabajo, los buses y taxis, las calles y los restaurantes y cantinas. Hasta en las misas. En todas partes, sin excepción, hemos tenido que aguantarnos discusiones y alegatos con interlocutores encarnizados y feroces.
¿Y qué dicen los culpables del agravamiento de ese estado patológico de violencia espiritual e intelectual y hasta física? ¿Acaso han sido conscientes de la culpa que debería mortificarlos y desvelarlos como beneficiarios o perjudicados por esa consecuencia directa de la avalancha de chismes, embustes, mentiras videicas y compartidas en las redes antisociales y los medios tradicionales, falsas noticias, calumnias e injurias estratégicas y tácticas perversas creada por asesores demoníacos? ¿En definitiva quedó consagrado por disposición de la dirigencia y por voluntad general que la ética y la moral pública no valen ni un comino? ¿Qué se hizo el gusanillo de la conciencia?
Acabamos de pasar la crisis pandémica. Apenas estamos reponiéndonos. Y aposta nos agobia la incertidumbre sobre el destino familiar, social, económico, etc., que no se resuelve con las votaciones de ayer, que nos impide tener control sobre las cosas y que nos mantiene condenados a vivir en ese estado de estrés y ansiedad próximos a la depresión y la perturbación mental. ¿Qué seguirá pasando en este país? ¿Qué harán los próximos gobernantes y los líderes de opinión y los educadores? ¿Y cómo asumirán su grado de responsabilidad los causantes del estrés nacional, los estrategas y jefes de debate, los inventores de métodos sucios de propaganda, que vuelven trizas la paz