En cualquier hecho, situación, evento o como se quiera llamar, hay un responsable o responsables. Las cosas no suceden porque sí. Hay una fuente, alguien que, con su poder, con su liderazgo, con su cargo, induzca a unos hechos. Ese es el responsable de lo que ocurra, bueno o malo.
A partir de esta reflexión, pensemos en lo sucedido en varias ciudades del país en los pasados días y con los desmanes y zozobras que se vivieron y se viven en Colombia. Asalto y daño a los bienes públicos y privados. Incendio de buses de transporte público en las ciudades. Interrupción de la movilidad. Bloqueo de las calles y carreteras. Pedreas e incendios en las estaciones de buses. Autoridades y civiles heridos a piedra. Un capitán de la Policía asesinado. Muertos a bala. Daños a los bienes públicos, como señales de tránsito, semáforos. Interrupción de la libre movilidad de los ciudadanos.
A pesar de que el Tribunal de Cundinamarca pidió que no se hicieran las marchas, los paros, los bloqueos y demás actividades, los violentos salieron a las calles, muchas mujeres involucradas en estos actos violentos, con las consecuencias conocidas y resultados lamentables. Las autoridades civiles, en algunas ciudades como en Medellín, hicieron caso omiso a las advertencias y solicitudes. Las marchas se hicieron con las consecuencias conocidas que no se tapan con pinturita.
Las autoridades del orden, que según los analistas deben tener una fuerza superior a la subversión, se vieron maniatadas para proceder o, como el heroico capitán, se debían hacer matar o someter a la justicia. Las armas son monopolio del Estado, según nuestra Constitución, pero aquí no se ha entendido lo que significa ese monopolio y no se sanciona el uso de las armas por gente distinta a las autoridades del orden: Ejército, Policía, Fuerza Aérea y Armada Nacional. Lo peor es que, si estas fuerzas las utilizan son condenados y los particulares no autorizados, son impunes al utilizarlas.
Ya hay más de cuatrocientos policías heridos, un capitán asesinado, muchos civiles heridos y siguen las marchas, siguen los saqueos, siguen los hurtos, siguen los daños a los bienes públicos sin que se imponga el orden que manda la Constitución. Falta de autoridad y, no por casualidad, más destacada esta situación en las tres ciudades gobernadas por amigos de Petro. Ojo al 22.
Los productos perecederos como leche y huevos se han tenido que botar por culpa de quienes dicen defender a los más pobres. Con esos actos vandálicos, con los daños a la producción, se encarecen esos productos y los más pobres, que son los primeros perjudicados, no tendrán acceso a esos productos. Pero, en Colombia, la gente les cree a quienes promueven esos hechos violentos y es la más perjudicada. No hemos visto a Petro, ni a los líderes de los gremios promotores de los paros dando la cara marchando en las protestas. Con ese gesto, muestran su cobardía y la mentira de que trabajan por los más necesitados. Con lo que promueven, aunque no participan, perjudican a quienes dicen defender