Por Magola Posada de C.
En realidad fueron muy pocos días los que pudimos disfrutar alguito de silencio en esta ciudad tan bullosa, solo unos pocos días a principios de abril, cuando la gente creía que esto del coronavirus era en serio y los podía afectar y por eso guardaron la cuarentena. Ya luego de un momento a otro como que nadie volvió a pensar en los riesgos, porque ve uno a casi todo el mundo andando la calle y haciendo vida social. Pero volviendo a lo del ruido, mi esposo sufre desde hace tres años una serie de dolencias y cualquier ruido fuerte lo descompensa y le altera el sueño, y en el barrio donde vivimos todas las noches pasan unos motociclistas, o de pronto es el mismo que da varias vueltas, haciendo un ruido aterrador, pasan una y otra vez como apostando carreras y eso dura hasta más allá de la media noche. En esta época no hay voladores, aunque de vez en cuando tiran pólvora, pero esas motos escandalosas parecen salidas del mismo infierno. Dirán que hay otros problemas más graves, pero yo creo que eso es una sinvergüencería que daña la convivencia y la tranquilidad pública.