Por Jorge Alonso Vallejo J.
Soy del Eje Cafetero, entonces, en criterio de personajes como el columnista Raúl E. Tamayo, no podría trabajar en la “altiva y altanera” Antioquia, pues allí solo bastan los de “su estirpe”. Qué contraste: dos días antes de esa columna “necia, chata y roma”, por citar el famoso verso de León de Greiff, el gobernador de Caldas, Luis Carlos Velásquez, escribía en esas mismas páginas un artículo sobre los imperecederos vínculos entre Antioquia y Caldas.
He viajado por el mundo, he vivido en seis países, he desempeñado con éxito cargos en el exterior. Conviví con paisas abiertos de mente y espíritu, aunque también, inevitablemente, con otros como aquel que en París hablaba de que en Medellín tenían la catedral más grande del mundo. Le señalábamos Notre Dame y el Sacre Coeur y el pobre nos miraba era el dedo. Quizás algunos como el mencionado columnista, de ser estadounidenses, andarían con garrotes en la frontera gritando vivas a Trump y atajando inmigrantes latinoamericanos. Y harían eso mismo en Colombia de no ser porque, por fortuna, estamos en el siglo XXI y hay una nueva generación de antioqueños inteligentes, cultos y dispuestos a superar “la inopia en los cerebros”. A estos, mi saludo y mi afecto. A los anclados en el siglo XIX, mi sonrisa lastimera.