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Salvemos al cine del monopolio

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Por Patricia Aufderheide

En las décadas de 1930 y 1940, cinco importantes estudios de Hollywood dominaron la industria cinematográfica y trataron de bloquear los canales de distribución y exhibición al apoderarse de los cines de todo el país. Los tribunales y reguladores vieron que permitir que los estudios tuvieran tanto poder de arriba a abajo en la cadena de suministro de películas representaba graves amenazas para la integridad de la industria y para las opciones de los espectadores.

En 1938, el Departamento de Justicia de EE. UU. presentó una demanda antimonopolio acusando a ocho importantes empresas cinematográficas —incluidas Paramount Pictures, Twentieth Century Fox, Loew’s Incorporated (el precursor de MGM), Warner Bros. Pictures y Columbia Pictures— de fijar precios ilegalmente y monopolizar el mercado.

Eventualmente, el conjunto histórico de decisiones de la Corte Suprema en 1948 conocido como los Decretos Paramount prohibió efectivamente ese sistema y rompió el control de los grandes estudios. Esto llevó a la creación de nuevos negocios locales, estudios de producción independientes y más opciones para los creadores y espectadores de cine y televisión.

Existen inquietantes similitudes entre el Hollywood anterior a 1948 y el mercado actual de la transmisión en línea. Los transmisores dominantes poseen estudios y contratan “originales” y también son distribuidores-expositores. Las cinco principales empresas de transmisión dominan este mercado.

Ahora, una agencia federal está investigando si una fusión propuesta entre Amazon y MGM será positiva o negativa para la industria cinematográfica. Con MGM, Amazon adquiriría un estudio legendario, con una biblioteca de 4.000 películas y 17.000 horas de televisión, y derechos de distribución de franquicias cinematográficas fundamentales, como James Bond. Esta fusión representa una oportunidad para que los reguladores federales analicen de cerca cómo funciona la industria de la transmisión en línea para los cineastas que la alimentan y los consumidores que la ven.

Si bien Amazon ocupa el segundo lugar, después de Netflix, en el mercado de transmisión de EE. UU., lo está alcanzando rápidamente.

La compañía, dirigida por su multimillonario fundador, Jeff Bezos, solía mantener una plataforma de transmisión en la que los cineastas independientes podían publicar directamente su trabajo. La desventaja fue que no les permitió tener voz en las tasas de regalías por esas presentaciones e incluso las redujo unilateralmente en varias ocasiones. Amazon también eliminó miles de películas independientes de la plataforma sin explicación ni vía de apelación. Y luego, en febrero, dejó de aceptar la mayoría de las presentaciones independientes por completo. Los cineastas perdieron ingresos, pero, aún más importante, perdieron el acceso a la plataforma.

Estas tácticas funcionan para la empresa. Como el mismo Bezos lo ha expresado, “Cuando ganamos un Globo de Oro, nos ayuda a vender más zapatos”. ¿Pero funciona para los demás? Algunos cineastas afortunados sí consiguen contratos con Amazon, especialmente si parece que podrían ganar un Oscar o un Emmy. Y algunos pueden llamar la atención de un representante de Amazon en un festival de cine. Pero la mayoría no lo consigue. Aquellos cineastas que llegan a Prime Video no pueden conseguir información básica sobre quiénes vieron sus películas o dónde, aunque Amazon está vigilando obsesivamente los patrones de los espectadores. No hay ni calificaciones de Nielsen ni registros de taquilla.

La falta de conocimiento sobre las cifras de audiencia no solo obstruye la capacidad de negociación de los cineastas. También perjudica su futuro porque no pueden llevar ese conocimiento a su próximo proyecto o usarlo para atraer a un posible inversionista. No encontrarán ningún acceso electrónico a películas de transmisión en las bibliotecas públicas. Están atrapados en cuentas de suscriptores individuales a través de Prime Video.

El poder de mercado de Amazon, que proviene no solo de su tamaño, sino también de sus muchas empresas superpuestas, ya es motivo de alarma entre quienes abogan por leyes antimonopolio más estrictas. Agregar MGM a su campo de poder en el mercado de transmisión, aún emergente, limitaría aún más la competencia y la innovación.

Tanto los consumidores como los creadores deben adoptar la legislación antimonopolio como una palanca que puede aportar más diversidad y competencia al mercado de la transmisión. El éxito podría significar que los creadores estén mejor capacitados para contar historias para una sociedad dinámica. La inacción podría significar apoyar modelos comerciales que solo ayuden a las empresas a vender más zapatos 

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