Por Samuel Vásquez Rivas
Universidad Pontificia Bolivariana
Comunicación Social, semestre 4
svasquezrivas95@gmail.com
En el mundo del deporte, uno de los eventos más importantes es la Copa América de fútbol. Grandes figuras, estadios emblemáticos e históricos, y una gran cantidad de intereses económicos de organizadores y patrocinadores rondan el continente este año en Brasil, ya en las fases finales.
Sin embargo, se ha visto en las transmisiones de televisión un fenómeno que parece ajeno a un partido de primer nivel, y es la poca presencia de público en las tribunas, con el colorido de las sillas superando al color de las naciones participantes y las demás culturas sudamericanas mezcladas.
Aunque hay figuras como Messi, Firmino y el mismo Luis Suárez, es difícil ver un duelo entre dos grandes equipos; apenas en la fase de grupos se enfrentaron Argentina vs Colombia, y Chile vs Uruguay. De resto, Bolivia, Ecuador y el mismo Catar no parecen tener protagonismo y los aficionados no acceden a los estadios, prefiriendo vivir el ambiente nocturno de Brasil, en playas y mercados. Incluso, el precio de los boletos es accesible, pues en la mayoría de encuentros la más barata puede costar unos 16 dólares y la más cara, 240. Poco precio y pocas personas, nada de ganancias para la Conmebol que organiza este evento cada 4 años y que ha implementado nuevas ediciones del torneo, como la Copa Centenario en 2016 y la que se vivirá en Colombia el otro año, para contrarrestar la baja económica visible en las competiciones.
Los escenarios de Brasil tienen capacidad de albergar gran cantidad de gente, pues rondan entre las 70.000 y 80.000 sillas disponibles para las hinchadas. Esto también afecta las asistencias a los partidos, pues justo se escogieron los estadios más grandes para partidos “sin emociones”, y la pobreza en la tribuna opaca el verdadero espectáculo, sea la selección que sea.
Aun así, la confederación sudamericana mostró optimismo, pues el promedio subió a 29.000 aficionados por partido en comparación con la pasada copa en Chile, donde era un promedio de 27.000. En esta edición no se ha llenado ni el 50% en la mayoría de partidos, y si se invierte en un estadio para 80.000 personas, se debería llenar a cabalidad y no dejar más de la mitad de las tribunas vacías, con una impresión negativa para el resto del mundo sin ver las estadísticas.
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