La cadena de valor se refiere al conjunto de actividades productivas realizado por las empresas en diferentes lugares en todo el mundo para conseguir un producto o un servicio. El proceso puede ir desde la etapa de la concepción a la etapa de la entrega al consumidor final.
Esta definición viene al caso porque, hasta 2017, según la OECD, aproximadamente 50 % de los intercambios comerciales se hacían dentro de las cadenas de valor entendidas de esa forma y correspondían a flujos de servicios, materias primas, partes de bienes y componentes que atraviesan las fronteras a veces en varias oportunidades. Estos elementos se integran al final de la cadena como productos terminados, que se hacen llegar a consumidores en todo el mundo. En la economía globalizada, se reduce el comercio que se hace de acuerdo con la concepción clásica del comercio internacional en que cada país produce bienes y ofrece servicios que son exportados como productos finales.
Una virtud de las cadenas de valor es que estimulan el crecimiento. Desde 1990 el comercio internacional se desarrolló rápidamente gracias a la expansión de las cadenas de valor y eso jalonó el crecimiento. Gracias a la fragmentación de la producción las piezas y componentes, estos comenzaron rápidamente a producirse en todo el mundo. En los países que se involucraron intensamente en las cadenas de valor como Bangladesh, China y Vietnam, la productividad aumentó y también el ingreso. La participación en las cadenas de valor también contribuyó a la especialización de esas economías sin tener que estar obligados a producir localmente todas las piezas necesarias.
Las cadenas de valor sufrieron con la crisis financiera de 2008, pero fue con la guerra comercial que muchas de ellas se dislocaron. El auge del proteccionismo las afectó como consecuencia de la incertidumbre que se produjo alrededor del tema de acceso a los mercados, y empieza a verse el caso de empresas multinacionales que quieren concentrar su producción en casa o están dilatando sus decisiones de inversión. Una consecuencia fue la reducción del dinamismo del comercio internacional y, por supuesto, del crecimiento económico.
Seguramente después de esta crisis las cadenas de valor van a transformarse, pero no van a desaparecer porque llegaron para quedarse. Pueden seguir contribuyendo al crecimiento durable si se cumplen ciertas condiciones de política comercial, léase reducción de las restricciones al comercio, tanto en los países desarrollados como en desarrollo, incluyendo la consideración e incorporación de las políticas de disminución de las emisiones de carbono y de política laboral.
Colombia, no llegó a la cita de las cadenas de valor de la globalización, según el trabajo de Echavarría, Giraldo y Jaramillo (Cadenas de valor, crecimiento y protección arancelaria en Colombia). Las exportaciones colombianas utilizan muy pocos insumos importados, una señal clara de una baja inserción en las cadenas de valor, originada en la alta participación del petróleo en las exportaciones y la elevada protección que encarece las importaciones de insumos y productos intermedios.
Podemos cambiar de mentalidad y aceptar de una vez por todas entrar a hacer parte de las corrientes de comercio. Hay que accionar mecanismos para atraer inversión que favorezca la integración en las cadenas de valor. Desde medidas simples como reducir el tiempo de los tramites hasta la reducción de las barreras al comercio.