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José Guillermo Ángel
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Sobre basuras

Por José Guillermo Ángel R. - memoanjel5@gmail.com

Estación Mosquero (otros la nombran ratonera), con sedes en esquinas y parques, aceras frente a edificios y redes sociales, a las que llegan personas con bolsas plásticas negras y blancas (muy abundantes cuando salen de un inquilinato), habitantes de calle que esculcan, ratones que olisquean, trabajadores de las Empresas Varias que separan basuras de escombros, flujos o miasmas en invierno, malos olores en verano, señoras que llegan a punto de que se vaya el carro recolector, otros que esperan a que pase para volver a llenar el espacio vacío, sin que falten los que se paran cerca para mirar el celular y leer mensajes tóxicos provenientes de gente que especula para que todo se desordene o se parezca a su estado de ánimo o carencia de información.

Uno de los problemas del mundo moderno son las basuras, pues todo lo que compramos ya incluye una buena cuota para botar. En el chicle, la chocolatina, las papitas, las crispetas, los confites, su empaque es basura que se anexa al producto. Y pasa lo mismo con las bolsas del mercado, las botellas de los refrescos, las latas de cervezas, lacas y desinfectantes, los protectores plásticos, las pilas de celulares y computadoras, los residuos de los combustibles y los productos en uso como ropa y zapatos, electrodomésticos y elementos para la informática que, al final, se convertirán en deshechos que, de no ser bien tratados, reciclados, reutilizados y almacenados, nos terminarán ahogando. De lo anterior ya tenemos buena información y vivimos la experiencia. Y si miramos bien el cielo, el cinturón de basura ya hace también parte de lo que se ve en los telescopios.

Pero lo de la basura no solo toca con elementos físicos, procesos industriales radioactivos o industria militar con rastros de hierros retorcidos. Toca también con el conocimiento, con la ética, la política, la relaciones, la misma cultura. Las redes están llenas de información pseudocientífica y de presuntos expertos, a lo ético le han agregado la conveniencia particular; a las leyes, el saltárselas; a lo político, la corrupción desmesurada; a las relaciones, convertir al otro en objeto, y la cultura la han convertido, paulatinamente, en folclorismo de bajo nivel, propicio para desórdenes y bullicios. Y en este basurero que se promueve con delirio informativo (youtubers, famosos, políticos rabiosos, servilismo decadente y creencias primitivas), el pensamiento de la mayoría es permeado por el descontrol (o la plaga) y, entonces, las reflexiones, las palabras y la manera de ver el mundo se han vuelto desechables, basurales, miasmáticos y fugaces. Y bueno, estamos sin estar y vivimos sin vivir,

Acotación: vivir entre la basura, admitirse en ella y colaborar para que aumente nos está llevando a perder la noción de la decencia, orden, aseo y disciplina. Y, en consecuencia, las ciudades se vuelven una muestra, lo mismo que las comunicaciones que nos atiborran de desechos cada día. Hay que barrer 

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