Por José Guillermo Ángel R. - memoanjel5@gmail.com
Estación Partículas, a la que llegan planeadores viales que son más permisivos que efectivos, controladores de ruidos que los permiten todos (y hasta parece que los alientan), analistas políticos que parecieran trabajar con bolas de cristal (bastante opacas y asustadoras), economistas que persisten en renovar las condiciones hablando de todo lo malo que nos espera, contradictores que no demuestran nada y habitan un teatro de exaltados, hombres y mujeres que establecen divisiones hablando de inclusión, turistas que son expansores de todo tipo de basuras y de quejas, pastores que tratan de convertir en historia lo que carece de pruebas y se empecinan en que la fe ya es una evidencia, creadores de reuniones en las que no se llega a nada pero se hace gala de poder, anarquistas que no saben qué es eso pero se ponen la etiqueta, promotores de necesidades que no existen pero ya venden la solución, creyentes en tecnologías que asumen como magias, etcétera. Y ahí vamos, fragmentados.
Vivimos en una sociedad que se auto contamina y en lugar de buscar soluciones entre todos (para esto son los oficios, debates serios y acuerdos) lo que hace es fragmentar, poner el futuro en veremos (lo que va a pasar siempre está malo) y alentar el desasosiego. Y en esta fragmentación (que para colmo se contradice, pues hoy es una y mañana otra), la inteligencia es sujeto de burla y la mentira un deseo enfermizo continuado. Y claro, repletos de partículas varias, las unas químicas y físicas, las otras emocionales, el pasado deja de existir para el análisis del presente y el ahora es una cuerda floja en la que el funambulista se pega de lo que sea, menos de la realidad necesaria para saber dónde está y a qué altura.
El conocimiento (lo que sabemos bien) lleva a la verdad (lo que entendemos y así es) y ésta a la justicia (las debidas pertenencias) y en consecuencia a la paz, que es el fruto sano de una sociedad organizada. Pero si el primer elemento se contamina y el segundo es un interés personal, lo que sigue es contaminación con su contenido en confusión, falta de dirección y malos resultados colectivos. Y en este punto, el de una sociedad que ya no es de socios sino de barreras para construir, en la que no estamos de acuerdo sino en desacuerdo, el trabajo no rinde los frutos debidos, la confianza se desmorona y el vivir y el aprender pierden su sentido. Pero hay una solución: recuperar la dignidad. Esta es la tarea.
Acotación: la dignidad implica volver a lo básico probado como bueno (la moral), a la convivencia debida (la necesaria equidad) y a la discusión con altura, que es donde se aprende del bienestar intelectual del otro. La dignidad nos convierte en sociedad y evita la condición de horda. Ser digno, es ser humano.