Estación Cartucho (esa bolsa de papel de antes), a la que llegan los que corren y saltan, los que abaten ladrones y los mismos ladrones (muchos legales), los que no se paran del asiento por temor a que se los quiten y los que diseñan sueños en lugar de planes; los que no le cumplen al partido político que representan y esos que presionan a quienes piensan distinto, los que hablan de la cuarta revolución y lo que logran es un revuelto, sin que falten los que contaminan y hablan de cómo resolver el calentamiento global aprobando refrigeradores de gas, los que viajan buscando fotos para verse en la prensa y algunos que se esconden detrás de otros para ir empujando o zafarse. Y, claro, los que creen que la pandemia fue un recreo para volverse atrás, como si lo de antes estuviera funcionando.
Que estamos enfrentando una situación nueva, es algo que ya se ve. Muchos problemas se agudizaron (los del tráfico, la contaminación ambiental, los políticos, la economía del divertimento y el turismo, las construcciones defectuosas, las fronteras porosas) y otros aparecieron o simplemente eclosionaron, pues eran huevos que se incubaban antes de que apareciera el virus: el futuro económico de los jóvenes, los abastecimientos mal planeados (los de agua y alimentos son los peores), las malas relaciones internacionales, las planeaciones indebidas, la obsesión por los espías, los muros para detener a inmigrantes, los mares y aires contaminados, etc. Y con base en estos elementos, se ha dado un cambio que pocos admiten (son adictos enfermizos a paradigmas), tratando de usar la propaganda para aferrase a situaciones anteriores que ya estaban deterioradas y ahora se resquebrajan como castillos de naipes o, si se quiere, llegaban al final de la entropía.
Y este cambio (que también es de mentalidades) les abre camino a las economías circulares (consumir menos, reutilizar, reciclar, buscar nuevos usos); a la virtualidad (las plataformas llegaron para quedarse y abastecer espacios diversos), a nuevas maneras de pensar lo político y lo económico, haciendo hincapié en la solidaridad, la tolerancia, el cuidado del planeta y los emprenderismos que cuestionan los viejos modelos del empleo y el trabajo. Con la pandemia, muchos aprendimos a ser más prácticos e informales, a soñar menos y a trabajar con base en la realidad cotidiana, a solucionar problemas sin darles vueltas y a darle a la vida un valor que se había perdido: el sentido.
Acotación: dos años de miedo y proliferación de contradicciones, de tecnologías informáticas obligadas y de valoración de lo mínimo cambian buena parte del modelo neocapitalista, fundamentado en el consumismo y la explotación desmesurada de recursos, en la palabrería política y en los sueños publicitarios basados en vidas de plástico. Y si bien el cambio apenas está viéndose, lo cierto es que está incubado y, mientras tanto, carcome paradigmas. Hay que leer a Emerson