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José Guillermo Ángel
Columnista

José Guillermo Ángel

Publicado

SOBRE EL PAN DE LA LIBERTAD

Por JOSÉ GUILLERMO ÁNGEL

memoanjel5@gmail.com

Estación Matzá (pan ácimo), a la que llegan los judíos en Pésaj (Pascua) para salir de la esclavitud de Egipto, los católicos en los tiempos de la Resurrección y la luz que se enciende, los demás cristianos con sus creencias y negación de toda imagen, los budistas que tienen claro que todo dolor proviene del error, los ateos que buscan descanso intelectual y se unen a la naturaleza, los seguidores del Shinto que agradecen antes que pedir (con el agradecimiento saben qué tienen), los gitanos que creen en el Cristo del mar, los santeros con sus cantos a Changó, Babalú y las siete potencias; los que miran las estrellas y ante la inmensidad se han vuelto humildes, los espiritualistas que buscan un camino (sea en el Tao o en la multiplicidad de dioses), los seguidores del I-Ching (el libro de las mutaciones) y hasta los animistas que creen en la esencia oculta de cada cosa. Y ahí están, en estado de reflexión, buscándose cada uno en sí mismo y entre los otros.

La palabra pan (que traduce todo) no solo es un alimento sino un símbolo. Del pan y el agua vivimos, con el pan con sal se desea la paz y se da la bienvenida; el pan se reparte para que haya comunidad, por el pan se encienden los hornos y comienza la transformación por el fuego (o por el calor del sol si se ha puesto la masa sobre piedras). Y en el pan estamos y, en su presencia, nos diferenciamos del animal, pues ha sido la transformación de un cereal (trigo, maíz, arroz, mijo) y con base en los cereales se han construido las culturas con sus maneras de entender el mundo, sea por las ciencias naturales o las creencias. Y al acceder al pan, nos hacemos el día de mañana.

La libertad (escribía Ludwig Lewisohn) es elegir a quién obedecemos (a la naturaleza, a la razón, a una noción divina, a una identidad) y en ella elegimos lo que nos pasa (Jean Paul Sartre) o mejoramos lo que hacemos para no ser esclavos de nuestro hacer (Hegel). Recuerdo un pequeño libro de Alessandro Baricco, El alma de Hegel y las vacas de Wisconsin, que habla de la música clásica y de cómo hemos ido perdiendo la libertad de oírla para esclavizarnos de ruidos, rumores, mentiras y delirios. Y es que la libertad es una música que permite ir más allá escogiendo qué instrumento es cada uno.

Acotación: En estos días de confinamiento y de sentido de realidad, la libertad no es poder salir. La libertad es el pan que compartimos, el pan que hacemos, el pan con el que nos nutrimos de humanidad. Y el pan es un todo, una base de lo más simple (una matzá) para entender la esclavitud y dejarla. Libres para ser más amplios.

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