Estación Milagro, palabra que viene del latín miraculum y se traduce como admirarse o mirar un hecho con asombro y tiene que ver con asuntos prodigiosos que rompen con las leyes naturales; algo que Baruj Spinoza no quiso aceptar y negó con argumentos contundentes (peligrosos), lo que lo situó en calidad de hereje, excomulgado y sujeto de quema de su Tratado Teológico-político, el único libro que escribió completo y hoy sirve, no sé si milagrosamente, como base para el análisis de los acontecimientos que se cuentan en la Biblia. Pero volvamos a la estación Milagro, a la que llegan los que piden (los más), los que agradecen (los menos), los incrédulos y los crédulos, los expertos en el fenómeno UFO (si es que se puede ser experto en algo que no existe), los buscadores de diablos y los entendidos en canonizaciones y santificaciones. Y sea como sea, sin importar mucho la clientela, donde se da un milagro aparecen las peregrinaciones, los rituales y los exvotos, esas ofrendas que colocan al lado del santo, la Virgen, el patriarca, la reliquia o dios que lo produjo, para que haya memoria y repercusión del hecho.
Por estos días un amigo, el psicólogo Darío Castro García, me regaló un exvoto mexicano, pintado en una lata, que dice: “Pancrasia Gonzales pone este retablo con mucho fervor a San Antoño dándole infinitas grasias de que le concedió que pudo conseguir un marido y está muy contenta ya que la mantiene a ella y a sus siete ijos. Puebla 1935” (sic). Luego me envió otros por correo, para que me enterara sobre las devociones de los mexicanos, que son bastantes y acreditan una Virgen propia (la guadalupana), así como los mitos de la chingada, los que acompañan a los días de muertos y a personajes como el Chavo del ocho y Cantinflas, que seguro han sido sujetos de exvotos, algunos haciéndoles reclamos.
Lo anterior explica, en buena parte, lo que sería la cultura latinoamericana (Sábato dijo que era imposible que hubiera una), en lo relacionado al mundo de los agradecimientos y los pedidos, las pequeñas cotidianidades y las creencias, el ambiente de los más humildes y el espacio (cada vez más grande) de los que tienen miedo, pues además de los pobres, a los santos y deidades piden nuestros gobiernos, los enredados en corrupción y hasta los pecadores incontinentes, a los que les dijeron que hasta lo más horrible se perdona. Hay qué ver lo que hacen los asesores espirituales, deteniendo sustos.
Acotación: Que la gente crea y busque milagros, no está mal. A fin de cuentas, en estas tierras se sobrevive saltando, bailando, tirando pelotas al aire en los semáforos, estirando un salario mínimo, resistiendo malas gestiones, asistiendo al despotismo y la soberbia, subiendo y bajando. Y que pase algo asombroso es posible, luego el exvoto dará cuenta del hecho o despecho.